La Pasin del Seor según las “Escrituras”
Rebeca Reynaud
Siempre me he preguntado qué les habrá explicado Jesús a los discípulos por el
camino a Emaús sobre su Pasión, por eso me puse a consultar libros. Dice el
Evangelio según San Lucas que el Señor les dijo que era necesario que el Cristo
padeciera. “Y comenzando por Moisés y por todos los profetas les interpretó en
todas las Escrituras lo que se refería a él” (Lc 24,27).
Los cuatro evangelistas nos hablan de las horas e n las que Jesús sufre y muere en
la cruz. Lo singular de estas narraciones es que están llenas de alusiones y citas del
Antiguo Testamento.
En su libro sobre Jesús de Nazaret (II), Benedicto XVI nos hace ver que San Mateo
contiene enseñanzas y hechos que iluminan el misterio de la reprobación de Jesús,
el Mesías prometido, por parte de los dirigentes judíos. El evangelista va
exponiendo de diversas maneras ese misterio y muestra cómo esos
acontecimientos están previstos y anunciados por los profetas, y son su
cumplimiento.
Es interesante comprobar cómo se portaba la iglesia naciente respecto a los hechos
de la vida de Jesús. Lo que Cristo había enseñado a los discípulos de Emaús, se
convierte ahora en el método fundamental para comprender la figura de Jesús:
todo lo sucedido respecto a Él es cumplimiento de la “Escritura”. Slo se le puede
comprender basándose en la “Escritura”, en el Antiguo Testamento.
La muerte de Jesús en la Cruz no es una casualidad. Es un acontecimiento en el
que se cumplen las Escrituras”. Hay un caudal enorme de testimonios que
confluyen en el trasfondo de la muerte de Jesús en la Cruz, entre los cuales el más
importante es el cuarto canto sobre el siervo de Dios (Is 53,3-12).
En la narración de la Pasión se encuentran intercaladas múltiples alusiones a los
textos veterotestamentarios. Dos de ellos son de fundamental importancia porque
iluminan todo el arco del acontecimiento de la Pasión: son el Salmo 22 e Isaías 53.
Jeremías dice: “Yo, como manso cordero llevado a inmolar, ignoraba las
maquinaciones que tramaban contra mí” (Jer 11,19).
Jesús fue vendido por treinta monedas de plata. El profeta Zacarías lo anuncia al
decir: “Ellos pesaron mi paga, treinta siclos de plata” (Za 11,12).
“A Jesús le escupían, le quitaban la caa y le golpeaban en la cabeza”, dice San
Mateo 27,30. El profeta Isaías escribe: “He ofrecido mi espalda a los que me
golpeaban, y mis mejillas a quienes me arrancaban la barba. No he ocultado mi
rostro a las afrentas y salivazos” (50,6).
Entre los oprobios que sufre está el escarnio de la gente (Salmo 22,8; v. 29), la
burla por invocar a Dios (Salmo 22,9; vv. 31-32.36).
Después de crucificarlo, se repartieron sus ropas echando suertes. El Salmo 22
dice: “se reparten mis ropas y echan a suertes mi túnica” (v. 19). Los que pasaban
le injuriaban moviendo la cabeza. En ello se cumple también el Salmo 22: “Al
verme, todos hacen burla de mí, tuercen los labios, mueven la cabeza” (v. 8).
Cuando Jesús dice: “Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado?”(Mt
27,46), repite el Salmo 22,2: “ᄀDios mío, Dios mío! Por qué me has abandonado?”.
El Evangelio narra que le dieron a beber vinagre. En el Salmo 69 se lee: “Me daban
hiel por comida, cuando tenía sed me escanciaban vinagre” (v. 22).
San Juan cita al final de su relato de la crucifixión unas palabras del profeta
Zacarías: “mirarán al que traspasaron” (Za 2,10). Al principio del Apocalipsis, dice
Benedicto XVI, estas palabras se aplican al retorno del Señor: Lo verán incluso los
que le traspasaron (cf. Ap 1,7).
El velo del Templo se rasgó en dos de arriba abajo y la tierra tembló. Era un velo de
púrpura violácea (Ex 26,31). El triunfo de la misión de Cristo lo ve Marcos en dos
acontecimientos: la ruptura del velo del Templo (v. 38), que simboliza la
desaparición de las barreras entre el pueblo de Dios y los gentiles (cfr. Salmo
22,31), y la confesión de la divinidad de Jesús por parte de un gentil: el centurión
que estaba allí (v. 39).
Cuando se dice que Jesús ha resucitado según las Escrituras, se mira sin duda al
Salmo 16: “No abandonarás mi alma en el seol, ni dejarás a tu fiel ver la
corrupcin” (v. 10).