Sembradores de paz
P. Fernando Pascual
19-10-2013
Hay quienes tienen paz y la transmiten. Construyen armonía desde un interior sano y bueno. Siembran
gozo y esperanza entre quienes viven a su lado.
¿De dónde viene la paz? Es uno de los primeros dones de Cristo resucitado a sus discípulos y un fruto
de la acción del Espíritu Santo en los corazones (cf. Jn 20,21-26; Ga 5,22-23).
El “Catecismo de la Iglesia Católica” (n. 2305) lo explica con estas palabras:
“La paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el ‘Príncipe de la paz’ mesiánica ( Is 9,5). Por la
sangre de su cruz, ‘dio muerte al odio en su carne’ ( Ef 2,16; cf. Col 1,20-22), reconcilió con Dios a los
hombres e hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género humano y de su unión con Dios. ‘El
es nuestra paz’ ( Ef 2,14)”.
Frente a las inquietudes que vienen del pecado, frente a la intriga y a la búsqueda de discusiones sin
sentido, frente al descontento malsano que divide y que promueve críticas, murmuraciones y
calumnias, el hombre de paz responde con el perdón, la paciencia, la mansedumbre, la humildad
sincera.
El mundo necesita sembradores de paz. Una paz que no viene simplemente de los hombres, sino que
surge desde el perdón del Padre y desde la acción del Espíritu Santo enviado por Cristo. Una paz que
contagia y que anima. Una paz que se difunde de alma en alma: quien recibe la paz puede comunicarla
generosamente a sus hermanos.