Una verdad que ilumina
P. Fernando Pascual
19-10-2013
Cada decisión surge desde ideas y desde otros movimientos del alma, desde deseos que a veces
luchan entre sí por un tiempo más o menos largo. Luego, terminado el periodo dedicado a
reflexionar, llega la hora de decidir.
Uno de los anhelos más profundos a la hora de decidir consiste precisamente en hacerlo bien, en
no equivocarnos, en haber optado por algo realmente bueno.
No basta, por lo mismo, con la mayor o menor satisfacción que uno normalmente siente después
de haber decidido algo. Ni resulta suficiente constatar la aprobación de familiares o personas
cercanas. Lo importante es ser capaces de reconocer que la opción ha dado en el blanco, que he
escogido algo bueno, justo y bello.
En las mil encrucijadas de la vida, la conciencia lanza su mirada hacia ese acto que estamos por
realizar. Desde lo que vamos a comer hasta la aceptación o el rechazo de un nuevo trabajo,
necesitamos luz, mucha luz, para discernir bien.
La verdad, sólo la verdad, ofrece la luz auténtica que sirve para avanzar hacia metas que
construyen una vida y un mundo un poco mejor. Esa verdad, para los católicos, tiene un nombre:
Jesucristo; y pervive en un Pueblo que camina desde las inspiraciones del Espíritu Santo: la
Iglesia.
Seguimos en la hermosa marcha de la existencia humana que lleva hacia el encuentro con el
Padre. Ante las encrucijadas y los momentos de dudas, saber que la Luz vino al mundo e
ilumina a cada hombre (cf. Jn 1,9) llena el corazón de esperanza y de alegría, de certezas que
acogemos como regalo de un Dios que camina al lado de sus hijos.