Año de la fe Y la Lumen fidei. UNA FE RECIBIDA, VIVIDA Y ANUNCIADA
Quiero comenzar primero con la cuestión fundamental: “¿qué es la fe? ¿Tiene
sentido aún la fe en un mundo donde la ciencia y la tecnología han abierto
horizontes, hasta hace poco tiempo impensables? ¿Qué significa creer
hoy?”.
El Papa Benedicto responde diciendo que “La fe no es un mero asentimiento
intelectual del hombre frente a las verdades en particular sobre Dios; es un acto
por el cual me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es la
adhesión a un “Tú” que me da esperanza y confianza. Ciertamente que esta
adhesión a Dios no carece de contenido: con ella, sabemos que Dios se ha revelado
a nosotros en Cristo, hizo ver su rostro y se ha vuelto cercano a cada uno de
nosotros. En efecto, Dios ha revelado que su amor por el hombre, por cada uno de
nosotros, es sin medida: en la cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho
hombre, nos muestra del modo más luminoso a qué grado llega este amor, hasta
darse a sí mismo, hasta el sacrificio total.
Por esto, la Lumen Fidei nos enseña que «La fe no es un refugio para gente
pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la
vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena
ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más
fuerte que todas nuestras debilidades» (n. 53). Ciertamente, «la luz de la
fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía
nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar» (n. 57).