ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL CORRECTIVO ANIMAL ( O DE LA TORPEZA)
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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La pena de muerte no tiene sentido en un mundo pensante. No es la solución a nada. Es más bien
un problema. Con qué poder se dejan a unos niños sin padres. Además, se pueden no respetar las
garantías procesales, o incumplir normas internacionales, tomando la justicia como venganza. Cualquier
realidad injusta es posible. No somos dioses y las decisiones arbitrarias tampoco son un imposible. Por
otra parte, el mismo derecho natural a la vida, conlleva la exclusión de la pena de muerte en todas las
circunstancias. También los criminales tienen derecho a vivir. No digo que no haya que cumplir
condenas, pero la sanción de la pena capital es el correctivo de la torpeza, o si quieren el castigo de la
vergüenza. En todo caso, las penas impuestas han de encaminarse a corregir comportamientos, a
reinsertar actitudes, y, por supuesto, a prevenir que un ser humano le quite la vida a otro.
Está visto que la disuasión criminalística no la realiza la pena de muerte. Deberían darse cuenta
todos los países, que no tiene sentido alguno, pues, aplicar un castigo que es contrario a la dignidad de la
persona. En un mundo cada vez más interdependiente, se debería evolucionar hacia formas más
respetuosas que la eliminación de un reo. El ser humano no puede seguir siendo su propio enemigo, hay
que buscar nuevas fórmulas que reparen el desorden introducido por la culpa, que, desde luego, no pasa
por el ojo por ojo y diente por diente. Con la aplicación de esta pena, tan absurda como ruin,
desvirtuamos hasta su finalidad reparadora, puesto que en la medida de lo posible, debe contribuir a la
enmienda del culpable. Desde luego, el planeta tiene que liberarse de este castigo tan cruel como
inhumano, tan necio como torpe, tan desconsiderado con su misma especie. No se puede seguir
ejecutando a los seres humanos sin clemencia, con el riesgo siempre presente de matar a una persona
inocente.
El diez de octubre es un día para la reflexión, es una jornada mundial contra la pena de muerte, y
desde esta tribuna, yo desearía que fuese al menos una oportunidad para interrogarnos, para meditar por
esas personas a las que se les quiere negar la existencia. Sería una gran noticia que se suspendieran de
forma inmediata todas las ejecuciones. Lo celebraríamos. Ciertamente se han dado pasos, pero no
definitivos de la abolición universal de esta pena ejecutoria de vidas, que es lo verdaderamente justo y
preciso. Sería una buena noticia alcanzar una moratoria mundial. A mi manera de ver, supondría una
valiente reafirmación de que la humanidad puede enfrentarse con éxito a cualquier realidad criminal, sin
tener que acudir a la sanción máxima de matar, que siempre es una estupidez. En cualquier caso, no
podemos seguir siendo rudos y salvajes. Las decisiones humanas están para proteger vidas, no para
destruirlas. En consecuencia, es hora de salir del círculo feroz de la barbarie y de activar otros mensajes
menos destructores y más restauradores (o reformadores) de conductas.
Si en verdad somos una sociedad del conocimiento, no se puede perpetuar la pena capital por una
especie de crimen más o menos legal. Me niego a que esta sanción punitiva persista por muy peligrosa
que sea la persona. Hay que buscar otros cauces, otras garantías, acordes con el respeto y no con la
violencia. De lo contrario, regresaríamos a los tiempos de Adán y Eva, y no llegaríamos a ninguna
solución con vistas a una convivencia racional en el futuro. Nunca un conflicto fue solucionado
definitivamente con la muerte del causante. En la medida en que se trate a un ciudadano como algo
meramente peligroso, le estamos negando su carácter de persona y, por ende, le estamos privando de
poder compensar y resarcir el daño causado. El poder punitivo no puede dictar venganzas, porque acabará
igualándose al enemigo, sabiendo que del fanatismo a la barbarie sólo media un paso. Esta es la gran
lección que debemos extraer para no adoptar posiciones tan brutales o más que el propio penado.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
09 de octubre de 2013