ALHEÑA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Reconozco que leyendo el Cantar no había parado mientes en esta palabra y por
otra parte había estado buscado la henna en el texto bíblico, sin saber que ambos
términos designaban a la misma planta. Es lo que ocurre tantas veces, estás
buscando un contenido y se te escurren las palabras. Pues sí, este tinte que se usa
con frecuencia en la cultura árabe, y que científicamente se llama Lawsonia inermis
(o spinosa), aparece en la Biblia en uno o dos lugares. Es un arbusto que despide
un fuerte aroma que, al que como otros tantos, se le atribuye propiedades
afrodisiacas. Según leo crecía espontáneamente por Jericó y la orilla occidental del
Mar Muerto, por los parajes de Ein Guedi. En este precioso lugar, para ahorrar
gastos de trasporte y aprovechando su microclima peculiar, se había logrado
aclimatar muchas especias y plantas de utilización en cosmética y en el culto del
Templo, que posteriormente se perdieron. Al comprobar textos, veo que coinciden
todos en el 1,14, pero no ocurre lo mismo en 4,13. Si la importancia que se le da a
esta planta en la Escritura es por su perfume, como ya he señalado, leo que era en
el antiguo Egipto, una de las substancias con que impregnaban a los difuntos en la
compleja labor del embalsamamiento.
Volviendo al Cantar. En el primer lugar, el amado es comparado a un racimo de
flores de alheña, en el segundo, es el amado que le dice con admiración a su
amada, que sus brotes son de alheña. No me entretendré mucho en comentarios
que se refieran directamente al pasaje. Se sitúa bien en el contexto, todo él repleto
de un intenso amor humano. Amor que impregna la totalidad de la persona. Su
corporeidad y su espiritualidad, acalla empero la dimensión trascendente, cosa que
intriga a muchos.
Se comenta que en este precioso poema no se habla de Dios, cosa extraña
tratándose de un texto revelado y sí se insiste en detalles totalmente sensoriales y
sentimentales. Pienso ahora en dos frases de mi admirado Leon Bloy, que le dirige
a su esposa, comentando lo que siente por ella, ya bautizada. “Juana, no me digas
que amas más a Dios que a mí. Yo amo a Dios en ti”. En otro lugar, exclama “Juana
te amo como esposa y como amante, tal como debe ser amada la mujer cristiana”.
Apartándome un poco del texto, comentaré que la henna actualmente se utiliza
para matizar, dándole irisaciones de marrón tostado, el cabello y como tatuaje
temporal. No es la simple aplicación de un cosmético, como cualquier otro de hoy,
que se borra con facilidad. El polvillo a que se han reducido las hojas secas de la
planta, disuelto en agua y algún otro ingrediente, penetra en la epidermis,
desapareciendo sólo cuando esta se descama Decoran con ella su cuerpo con
motivo de fiestas, principalmente nupciales. El tatuaje está prohibido en la Biblia.
Los pueblos vecinos lo utilizaban como signo mágico o de dedicación a la divinidad.
Este era el motivo de la restricción. Pero era una labor, y un posible signo de
elegancia, que Israel no ignoraba. Aprovecho ahora, pues, para recordar un bello
pasaje de Isaías, que le dice al Pueblo escogido y que podemos atribuir a la Iglesia
y hasta a nosotros mismo, personas selectas, marcadas por el bautismo de Cristo:
“estás tatuada en las palmas de mis manos” (49,16)