Fotos que ocultan la realidad
P. Fernando Pascual
21-9-2013
Las fotos tienen un lenguaje peculiar. Recogen aspectos de la vida que alegran o que entristecen,
que exaltan o que irritan, que ayudan a la paz o a la guerra. ¿Por qué? Porque las fotos reproducen,
con objetividad implacable, aspectos de la realidad.
Existen, sin embargo, fotos que ocultan la realidad, que manipulan la historia, que engañan a la
opinión pública. Un caso triste, y todavía actual, ocurre cuando las fotos son un simple montaje, o
están escogidas con habilidad para provocar emociones e ideas que sirvan a los intereses de
corazones envilecidos.
Dejemos de lado el caso de las fotos manipuladas para fijarnos en otro más sutil y a veces olvidado.
¿De qué se trata? A veces las fotos, objetivas y frías, reales y crudas, son un espejo de aspectos
trágicos de la realidad. Pero sólo de algunos aspectos.
Esas fotos, repetidas miles y miles de veces, consiguen un efecto narcótico al dejar cubiertas por la
oscuridad otras realidades que ni aparecen ni son observadas por los medios de comunicación.
Pensemos en algo imaginado, aunque muy cercano a hechos de nuestro tiempo. Una guerra. Las
fotos recogen imágenes reales de niños muertos por culpa de uno de los bandos contendientes.
Fotos que se convierten en una acusación indiscutible contra crueldades que merecen ser castigadas.
Mientras, sin fotógrafos, personas del otro bando comenten fechorías sin nombre, sobre niños y
sobre ancianos, sobre hombres y sobre mujeres. El mundo de la imagen reproduce una y otra vez las
primeras imágenes y guarda un silencio total, casi narcotizante, sobre los otros hechos,
precisamente porque... no hay imágenes.
Resulta utópico suponer que habrá cámaras para recoger cada injusticia que se comete en nuestro
planeta. Pero resulta necesario abrir los ojos y los corazones para no olvidar dramas humanos que
permanecen ocultos por falta de fotógrafos.
La realidad es mucho más compleja y más difícil de lo que puedan decir fotos que impactan a la
opinión pública.
Sabemos, desde la fe, que existe un Dios que sí conoce lo que ocurre más allá de selecciones
subjetivas y de propagandas bien organizadas. Ese Dios no dejará sin castigo aquellas injusticias
que muchos nunca conocieron, ni dejará sin consuelo a tantas víctimas inocentes e ignoradas de la
larga y confusa historia humana.