La alegría del sí a Dios
P. Fernando Pascual
16-9-2013
Escuchamos en lo más íntimo del alma una invitación suave, respetuosa, constante. Dios quiere
pedirnos algo.
¿Podré hacerlo? ¿Tendré fuerzas para perseverar en el camino? ¿No me convierto en un iluso si
después de dar el “sí” sucumbiré bajo mil engaños, dejaré de lado mis propósitos y seguiré
caprichos egoístas?
Tengo miedo, lo reconozco. Dar un sí total a Dios es algo serio. Entrego mi vida, comprometo mi
futuro, dejo mis seguridades para ponerme en las manos de un Ser al que no veo ni oigo.
Sin embargo, sé que me ama. El sí no es un compromiso ante un funcionario frío, o ante un Estado
lejano. Por el contrario, es la respuesta de un hijo a su Padre. Es el gesto de quien pone en Dios su
cuidado, como enseñan los santos, para lanzarse por el camino que conduce al amor y a la alegría
verdadera.
“Sígueme”. Como Pedro, oigo la voz del Maestro. Sé que, también como Pedro, otras veces le he
negado. Pero la fidelidad de Jesús no se rinde ante mis traiciones. Su amor es eterno. Su bondad no
tiene límites. Su misericordia cura las heridas más profundas.
Es el momento de dar un sí con alegría. Así podré entregar a Dios todo mi ser, en este tiempo fugaz
e inseguro. Entonces encontraré en Su Amor la seguridad, la paz y la ternura que tanto anhelo, y
daré la vida al servicio de mis hermanos.