EXTRAÑA PAREJA
En oportunidades debo ir a un lugar muy particular.
Allí entre el orden y la limpieza vive un grupo importante de adultos.
Los días de invierno el lugar de reunión es un muy amplio y luminoso salón
donde dos grandes estufas a leña proporcionan calidez.
Desde los grandes ventanales se puede apreciar el exterior.
Ventanales que, los días de sol y calor, se vuelven puertas por donde salir a
los cuidados jardines.
Ni bien uno entra tiene la oportunidad de encontrarse con la persona que
me ocupa.
Posee unos cuantos años aunque es imposible poder realizar una
aproximación a los cuantos que posee.
Siempre está en silencio.
En oportunidades sus labios se mueven como si estuviese realizando una
gran conversación pero no emite sonidos.
Le saludo pero me mira ausente y no responde.
En sus brazos sostiene un muñeco.
Lo hamaca.
Lo hace pararse sobre sus piernas mientras lo sostiene de sus brazos.
Conversa con él sin necesidad de palabras.
Lo abraza como felicitándolo por lo realizado.
¿Es la madre con su hijo?
¿Es la abuela con su nieto?
¡Vaya uno a saber lo que pasa por su cabeza!
Todos los días y a muy diversas horas, lo primero que veía era a esa
extraña pareja.
Siempre en silencio. Siempre muy juntos.
En oportunidades lo sostenía como si aquel muñeco durmiese un profundo
sueño.
En oportunidades jugaba con él con tremenda ternura.
Ayer, al llegar, llamó mi atención el hecho de ver al muñeco sobre una
mesa.
Su “¿abuela?”, su “¿madre?”, no se encontraba con él.
Era la primera vez que no les veía juntos.
Es más, no vi a aquella mujer por ningún otro lado.
Tirado sobre aquella mesa, más que un muñeco, parecía un ser abandonado
a su suerte.
¿Qué será de aquel muñeco sin la mujer a su lado?
Supongo que tendrá un nombre.
Supongo que ambos compartirán aventuras y momentos.
Quizás, ella, conozca su voz y su risa.
Quizás, ella, sepa mucho de su vida y de su relación mutua.
¿Ahora? Él descansa sobre una mesa.
¿Volverá, ella, a tomarlo en sus brazos?
¿Volverá, ella, a compartir sus palabras llenas de silencio?
¿Partirá, él, rumbo a algún lugar donde se amontonen los trastos?
Hace unos cuantos días que no voy por aquel lugar. La salud me ha llevado
a estar bastante encerrado.
Quizás ya no esté más sobre la mesa.
Quizás reapareci￳ su “due￱a”.
Muchas veces me he preguntado qué me resultaba como una mayor imagen
de soledad.
¿Aquella mujer mayor con aquel muñeco en brazos?
¿Aquel muñeco tirado sobre una mesa?
Me resulta imposible separar a ambas realidades.
Con el muñeco en brazos es testimonio de que algo falla en ella.
El muñeco sobre la mesa es testimonio de que aquella mejer no está para
dedicarle su tiempo.
En muchas oportunidades se ha escuchado hablar de los ancianos solos, de
los ancianos abandonados.
¿Quién es el solo? ¿Quién ha quedado abandonado?
Sin duda que esa extraña pareja me ha despertado más de una pregunta.
Más de un interrogante se ha suscitado en mí al ver a aquel muñeco tirado
sobre la mesa.
Era hasta lógico poder encontrarse con la imagen de aquella mujer
acunando un muñeco de trapo y plástico.
Padre Martín Ponce de León SDB