ALGO MÁS QUE PALABRAS
LA SALUD MENTAL EN EL MUNDO DE HOY
============================
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
============================
Coincidiendo con la fecha del diez de septiembre, como cada año, la Asociación Internacional
para la Prevención del Suicidio (IASP) pretende dar a conocer que este trastorno se puede prevenir.
Personalmente, estimo que siempre es saludable reflexionar y sensibilizar a la humanidad sobre el estado
de la mente, que es la que nos hace libres o esclavos, felices o infelices, alegres o tristes. Son tantas las
emociones, fruto de la búsqueda o curiosidad, que nuestro cerebro precisa de respuestas para poder
procesar vivencias, realidades o pensamientos. Nos solidarizamos, pues, con mantener la atención a los
enfermos mentales de manera prioritaria o preferente. A mi juicio, pienso que aún en el momento actual,
tenemos mucho que compartir, mayormente en cuanto a los recursos de la inteligencia, del espíritu y del
conocimiento científico. Algo tan justo, como una globalización del mundo de la salud en plena
solidaridad, encuentra mil barreras. Sabemos que no hay fortaleza sin una buena salud mental, pero
hacemos bien poco por convertirla en un verdadero bien común planetario. A veces, ni dentro de los
mismos países funcionan los servicios de coordinación de los sectores sociales y de salud, a la luz de las
violencias y violaciones masivas y de discriminación que sufren las personas con alteraciones mentales.
Evidentemente, no sólo tenemos que mantener la atención a estas personas con anormalidades en
uno de los órganos más importante del cuerpo humano, también la salud mental puede verse afectada por
una serie de factores socioeconómicos que además de abordarse, también deben de preverse. En
consecuencia, resulta absurdo que en un momento en el que los trastornos mentales y de suicidio se han
incrementado, se aminoren los recortes en la financiación de los servicios sociales y de salud, alegando
motivos de crisis financiera. Mientras cada día son más los trastornos mentales relacionados con la
marginalización y la exclusión, la violencia doméstica y el abuso, el envejecimiento poblacional, el
exceso de trabajo y el estrés, especialmente en las mujeres, desde las instituciones se hace bien poco por
dignificar a la persona que padece algún tipo de desorden. Salvaguardar la dignidad inviolable del
enfermo mental es ir a la raíz misma de la atención y de su entorno. Se trata de hacer referencia a un
sistema de valores equilibrado y estable, puesto que muchas de las perturbaciones mentales dependen de
la relación del personal con el enfermo. En efecto, los seres humanos necesitamos siempre algo más que
una simple pastilla o un tratamiento técnicamente correcto, también se precisa comprensión y una buena
dosis de humanidad.
Al respecto, los objetivos principales del plan de acción de salud mental integral 2013-2020,
resultado de amplias consultas mundiales y regionales en los últimos años, pone una mayor énfasis en los
derechos humanos e introduce el concepto de recuperación, dirigiéndose a la creación de oportunidades,
con el aval de la educación, vivienda y servicios sociales. Los estudios estadísticos nos recuerdan que una
gran proporción de las personas que mueren por suicidio sufren de enfermedades mentales y, como tales,
se podían haber impedido. Lo mismo sucede con el uso nocivo del alcohol y otras sustancias, que
introducidas por cualquier vía son capaz de modificar conductas, comportamientos, juicios, percepción o
estado de ánimo. No es buen presagio seguir deshumanizándonos, máxime cuando estos factores de
riesgos son previsibles y, por ende, evitables. De ahí la urgencia de esta misión de progresar y de
mantener una atención personal cualificada, en complementariedad con el tratamiento médico.
Sin duda, tenemos que mejorar las vida de las personas a través de un buen funcionamiento de
los servicios de salud mental. No es de recibo descuidar el bienestar ciudadano. Tampoco pueden
escatimarse recursos, en algo tan esencial como es la curación de las personas. Estudio científicos nos
recuerdan que los trastornos mentales como la depresión figuran entre las veinte causas principales de
discapacidad a nivel mundial, y aunque el costo económico de recuperación puede ser grande, más
importante es contribuir a mejorar la salud mental de la población. La mala salud mental nos empobrece
aún más, es fruto de mil desigualdades, de educaciones deficientes que debemos suplir. Hay una
abrumadora concentración de enfermedades mentales en los grupos de ingresos más bajos. La
marginación, con lo que supone de desesperación para el que la sufre, el desempleo, la inseguridad y la
exclusión, están estrechamente ligadas a la aparición de determinados perturbaciones de la mente, tan en
auge en los últimos tiempos, con la consecuencia terrible del suicidio.
En ocasiones, obviamos que la salud, entendida como un estado de completo bienestar físico,
mental y social, es un derecho humano significativo. Por desgracia, son muchas las personas con
sacudidas mentales que no reciben cuidado alguno. A pesar de que se ha tratado de mundializar la salud
mental, puesto que se dan los desazones en todas las culturas y en todas las etapas de la vida, pienso que
todavía no tenemos conciencia de integrar dicha enfermedad en la política social y de salud. Deberían
activarse más programas educativos y de acción en este sentido. Para empezar, creo que tenemos que
recuperar la sensibilidad humana hacia estas personas, y principalmente hacia los grupos desfavorecidos,
que se encuentran en clara desventaja frente a otros colectivos más protegidos. Hoy, que conocemos
mejor las causas de los desasosiegos mentales, deben servirnos para prevenir muchas muertes
innecesarias, protegiendo a las personas en situación de desesperación o de riesgo, y apoyando a las
familias y sus cuidadores.
Demos a este tipo de enfermedades la atención que se merece, que ha de ser mucha y
especializada. Hemos roto con el silencio que rodeaba este tema, ahora es el momento de avanzar para
producir un cambio social. No es fácil. Las políticas y las leyes de salud mental están ausentes o son
insuficientes en la mayoría de los países del mundo y, sin embargo, son trascendentales para mejorar las
condiciones de vida de las personas con anomalías mentales. Nos consta que muchas organizaciones
trabajan por crear conciencia y defender los derechos de estas personas. Las Naciones Unidas han pasado,
en gran medida, de ser un mero observador a convertirse en un foro para el diálogo y en un importante
agente normativo. Esta es nuestra esperanza, la del acompañamiento, para que no sigan sufriendo los
pacientes en silencio y soledad. Es vital la estima de los demás, y, sobre todo, la del mundo volcándose en
su recuperación.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
8 de septiembre de 2013