“Seguir conservando el inmenso patrimonio que hemos heredado”
“Piedras de la fe” era el título del mensaje del arzobispo de Burgos, Francisco Gil
Hellín, para el segundo domingo de agosto, en el que hacía un llamamiento a los
fieles para que con sus aportaciones contribuyan a su conservación y mejora. Y es
que “quienes han recibido el bautismo y no han renegado públicamente de él y
viven allí ahora, son los “due￱os” de aquella iglesia, que levantaron, conservaron y
trasmitieron”.
Para el Arzobispo de Burgos, “esos cristianos la construyeron con esfuerzo,
generosidad y, sobre todo, fe. Querían tener un lugar en el que reunirse para la
celebración de las fiestas cristianas a lo largo del Año Litúrgico: Navidad, Pascua,
Pentecostés, las fiestas de la Virgen y del Patrono, etc. Querían disponer también
de un espacio digno para casarse, bautizar a los hijos y celebrar los ritos funerarios.
En algunos lugares comenzaron por todo lo alto y levantaron imponentes edificios,
que poblaron de retablos e imágenes de gran valor. Con frecuencia, los comienzos
fueron más modestos, debiéndose contentar con lo más indispensable, sobre todo,
si las poblaciones eran pequeñas. Poco a poco fueron llegando los retablos, las
imágenes y los cuadros, fruto de la fe de algunos donantes, que querían cumplir
una promesa, agradecer un favor especial o promover la devoción de un santo, o
de la Santísima Virgen. Las cofradías fueron muchas veces donantes de imágenes
piadosas y artísticas de la Pasi￳n y Muerte del Se￱or”.
Sin embargo, el paso del tiempo “dej￳ también allí su huella: salían goteras, se
resquebrajaba una pared, se hundía parte del campanario o del tejado. Fue
necesario, además, incorporar las mejoras que imponía el progreso: megafonía,
cambio del pavimento, bancos, etc. No importaba, porque allí estaba la comunidad
cristiana para hacer su aportación laboral y pecuniaria. Gracias a ello, todas las
comunidades cristianas han conservado, mejorado y trasmitido la iglesia que ellas
recibieron de sus mayores. Por eso, se puede decir con toda verdad que esas
comunidades han sido piedras de fe en todo el sentido de la palabra. Es decir, ellas
mismas han sido las piedras vivas con las que se construye la Iglesia, como
comunidad de creyentes en Cristo; y ellas han sido capaces de levantar y mantener
vivas las piedras de su iglesia, como expresión de su fe y amor a Dios”.
A su juicio, “esta tradici￳n no puede interrumpirse, aunque esas comunidades
muchas veces sean pequeñas y hasta minúsculas. Además, la solidaridad reclama
compartir, de modo que quienes más poseen ayuden a quienes tienen menos
posibilidades”. Por tanto, “en este marco, desde hace algunos a￱os celebramos una
colecta especial durante el mes de agosto, con el fin de que la comunidad cristiana
del pueblo y quienes vienen a pasar unos días al lugar donde tienen las raíces de su
fe, puedan hacer una aportación especial para seguir conservando y, cuando sea
posible, mejorando el inmenso patrimonio que hemos heredado de quienes han
sido nuestros padres en la fe.
Jesús Domingo Martinez