Acoger el Amor de Dios
P. Fernando Pascual
24-8-2013
¿El cristianismo nace desde nosotros o desde Dios? En otras palabras, ¿empezamos a creer gracias a
un camino personal o porque acogemos un don que viene de Dios?
Entender que Cristo es Dios, que tenemos un Padre en los cielos que nos ama, que el Espíritu Santo
habita en nuestros corazones, sólo es posible desde una actitud de acogida.
Es cierto que nadie nos puede obligar a creer o amar. Como también es cierto que el camino más
fácil, más directo, más decisivo para aceptar el Evangelio consiste en acoger el Amor de Dios al
darnos cuenta de la gran verdad: Él me amó primero.
De modo más radical, sorprende descubrir que el amor llegó a nosotros precisamente cuando
estábamos lejos, cuando el pecado nos había herido, cuando no lo merecíamos. “Yo curaré sus
extravíos, los amaré sin que lo merezcan...” dice el Señor por medio del profeta Oseas (cf. Os 14,5).
San Pablo lo recordará con palabras bañadas en el fuego del Espíritu: “En efecto, cuando todavía
estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos -en verdad, apenas habrá
quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de
que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” ( Rm 5,6-
8).
A partir de esa certeza, convertida en experiencia, arranca mi condición cristiana, en la que se unen
el amor a Dios y el amor al prójimo: “Nosotros amemos, porque Él nos amó primero” ( 1Jn 4,19).
Sí, soy cristiano desde su Amor y para amar. Soy cristiano porque me abro, cada mañana, cada
minuto, a la certeza de su cercanía y su misericordia. Soy cristiano cuando empiezo a acoger, con
gozo y esperanza, a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María.