TESTIGO DIGNA
Se acercó decidida pero, aún, con el corazón estrujado por el dolor.
Al llegar, y ver la roca que hacía de cerramiento de aquella tumba nueva
abierta, no pudo evitar sentir que se le hacía extremadamente duro
continuar avanzando.
Al peso de la muerte trágica de su ser tan querido debía añadirle, ahora, el
hecho de la tumba abierta y del cuerpo ausente.
¿Qué podía haber pasado?
¿Quién podía entender algo?
Ya era bastante duro todo lo que había vivido durante el juicio, la condena y
la muerte.
A todo eso se sumaba esto de ahora que era angustiosamente
desconcertante.
Dolorosamente desconcertante.
Todo ese dolor que sentía crecer en su corazón se hacía peso en sus piernas
y ello le hacía dificultoso el avanzar hasta la tumba vacía.
No puede evitar sentir que los ojos se le llenan de humedad. Una
incontenible humedad que se desliza por sus mejillas.
Junto a la roca fría se empequeñeció.
Como mujer sabía lo que ello significaba. Solamente Él le había hecho sentir
respetada, considerada, escuchada y tenida en cuenta.
Ahora volvía a sentirse poco menos que nada.
Socialmente no contaba.
No tenía opinión ni era tenida en cuenta.
Se sentía como una más de las pequeñas hierbas que rodeaban a la
inmensa roca.
Así como una hierba deja caer delicadamente sobre la tierra ávida las gotas
del rocío que la noche depositó en ella se sabía aquella joven mujer.
De esa doble hermosa flor que eran sus ojos caían delicadas, mansas y
suaves, gruesas y abundantes lágrimas que la tierra absorbía con particular
amor.
Un hombre se acercó hasta ella y rompiendo una de las tradicionales
normas de costumbre le dirigió la palabra.
Aquel “¿Por qué lloras?” le sonó particularmente cercano.
Quizás fue el tono de su voz que, parecía, estaba radiante de vida, gozo y
luz lo que le llevó a sentir cercano a aquel desconocido que la moraba desde
unos inmensos océanos de paz.
Pregunta y sabe que su desesperación y angustia aflora en cada una de sus
palabras.
Pregunta y se aferra a la remota esperanza de poder saber algo del destino
dado a aquel cuerpo que ya no está.
Entonces......... su nombre es pronunciado.
No hay espacio para las dudas.
Solamente Él es capaz de lograr hacer revolotear tantísimas mariposas
junto a ella.
Solamente Él es capaz de hacer volar tantísimas aves junto a los mejores
colores del arco iris.
Tocar un cadáver era volverse impuro pero Él estaba vivo.
No lo duda. Se aferra a los pies de aquel ser tan particularmente amado.
Quiere asegurarse de que ya no lo dejará partir nunca más. Siempre sabrá
donde Él se encuentra porque no habrá de soltarlo más.
Él habla y esa voz tan llena de única autoridad y delicadeza se hace
escuchar.
No lo duda. Se pone en pie y deja a su ser querido.
Mientras corre por entre las hierbas del huerto descubre que su tristeza ha
desaparecido y que todas sus preguntas están llenas de respuestas.
Está vivo y no necesita saber más.
Lo ha visto y no se hace necesario nada más.
Le ha escuchado y ya no necesita de ninguna palabra más.
Es ella, ahora, la que debe transmitir las palabras por Él pronunciadas.
Quizás sea difícil que le crean por lo sorprendente de la noticia pero........ Él
es capaz de todo y todos lo saben.
Sin duda la inmensa alegría que llena todo su cuerpo resultará difícil de
ocultar.
Ella será la primer testigo.
Él está vivo y ha sido visto.
Padre Martín Ponce de León SDB