ALGO MÁS QUE PALABRAS
RESTABLECER NUEVOS MARCOS DE CONVIVENCIA
============================
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
============================
Cada día es más importante restablecer nuevos marcos de convivencia. Lo cierto es que somos
muchos, y cuánto más somos, más solos estamos. Creo que uno de los instrumentos más eficaces para
salir de esta antipatía solitaria, pasa por vincularse a la cultura. Hablo de un culto a una auténtica cultura
como expresión de entendimiento, como conjunto de principios y valores que constituyen el alma de un
pueblo, la misma razón del ser humano con su hábitat y su misma especie. La ciudadanía exige que se
respete su derecho a una vida plenamente humana, nos la merecemos, y tenemos también el deber de
cultivarla. Ahí están los lenguajes universalistas de los tratados entre países, sus ciudadanos y los pueblos,
que tienen como objetivo principal la convivencia entre mundos diversos. Se han construido alianzas, se
han trazado objetivos, se han incentivado las relaciones, ahora nos queda poner en valor los principios de
cooperación y colaboración, de amistad y hermanamiento, conscientes de la necesidad de seguir
mejorando las condiciones de vida del ser humano, teniendo presente las características distintivas de
cada colectivo. Evidentemente, en una sana armonía la discriminación no puede existir para que se
produzca el acercamiento de unos y de otros. El hecho de que existan privilegios y dominadores dificulta
gravemente la concordia y entorpece cualquier asunto que aliente a la unión. También a la unidad. De ahí,
la conveniencia de trazar otros caminos que conlleven unos vínculos menos despreciativos con las
personas.
La negación de los derechos humanos básicos de ninguna manera va a favorecer acuerdo alguno.
Por este motivo, convencido de que hay exigencias de mínimos que deben cumplirse, es preciso forjar en
el mundo un nuevo lenguaje de compromisos y acciones. No se puede convivir bajo criterios que
discriminen a las poblaciones. Es el caso de tantos pueblos que padecen las consecuencias de las
injusticias, de tantos humanos que han nacido en zonas pobres y marginales, de tantas vidas cortadas por
la indiferencia y la exclusión. En este sentido, resulta fundamental evaluar los procesos de cambio, de
reconstrucción de una cultura del diálogo, que tome como supremo valor la tolerancia. Pienso que es el
momento de generar nuevos entornos pacifistas, con la reconciliación siempre en el horizonte de todo
abecedario de negociaciones, y así, podamos entre todos poner fin, de una vez por todas, al sufrimiento
de tantas poblaciones afectadas por el choque entre culturas, por la incomprensión de los poderes, y por
tantos elementos irracionales que nos hemos inventado los humanos. En cualquier caso, el hecho de
pertenecer como ciudadano a un determinado colectivo o a un país, no tiene porque impedir ser miembro
de la familia humana y, por ende, ciudadano del mundo.
Indudablemente, la convivencia tiene que fundarse en la liberación de la persona. Por desgracia,
en muchas ocasiones estamos sometidos al dominio del capital, a los intereses de los mercados. Mal que
nos pese todavía existe un trato de inferioridad con algunos ciudadanos. Nos hemos inventado demasiadas
cadenas sobre las que nadie puede sentirse perfectamente libre. El día que la libertad se arraigue a nuestra
cultura hasta identificarse con ella, será el momento de una de las grandes elevaciones humanas, porque
podremos dominar y refrenar apetitos insaciables, despreciar los honores y apreciar más los buenos
deseos de convivir unidos. La convivencia no puede llegar a ser tal en un mundo encadenado a la pobreza
una buena ración de sus moradores, tampoco puede llegar por la vía de la agitación, llegará únicamente
por el cauce de la fraternidad. Téngase en cuenta, que bajo el actual clima de desconfianza, injertado en
vena, va a ser muy complicado desarrollar una convivencia fraternizada. Para ello, es vital que todas las
culturas hagan lo posible por afianzar los vínculos de unidad, que activen la igualdad y la comprensión,
independiente de su origen y raza, para desarrollar una nueva relación de acogida y aceptación.
El mundo necesita apostar mucho más por las relaciones de vivir unidos en un mundo tan
complejo, al que hemos globalizado, y poco más. Como enseña la historia, únicamente desde el respeto y
la sincera conversación, y siempre bajo la voluntad del perdón, los ciudadanos podrán sentir una tolerable
convivencia. Lo ha dicho Hasan Rohani, al jurar como nuevo presidente de Irán ante el Parlamento, “la
única soluci￳n con nuestro país es el diálogo, no las sanciones”. Sin embargo, para muchos pueblos, la
violencia y el odio siguen siendo el único horizonte que se divisa. No hay futuro de convivencia pacífica
para multitud de pueblos. La verdad que cuesta entender que sigamos viviendo (y conviviendo) con la
absurda aventura del conflicto permanente, puesto que el aislamiento no tiene ya razón de ser, en un orbe
interdependiente como el actual, donde una red de intercambios obliga en cierta manera a convivir.
Sería saludable para todos, la colaboración ciudadana, para crear una atmósfera de mayor
fraternidad. Lo dice un proverbio africano: “la uni￳n en el reba￱o obliga al le￳n a acostarse con hambre”.
Por mucha autosuficiencia en nuestro estilo de vida, necesitamos convivir con los demás, sentir con los
demás, amar con los demás, ser con los demás para iluminar nuestros propios interrogantes. Pienso que la
humanidad tiene hoy en día un desorden como jamás. De pronto, parece como si las relaciones de
convivencia tuvieran que regirse por la fuerza. Los sucesos cada día son más temibles (y terribles). Por
eso, pienso que es el momento de trazar líneas de convivencia humana rectamente ordenadas hacia un
objetivo que debemos tener claro todos, donde se reconozcan y se respeten mutuamente los derechos y los
deberes, con la eficacia y la diligencia debida. No basta, por ejemplo, reconocer al ser humano el derecho
a la vida, si luego no se procura, en la medida de lo posible, el sustento básico para dignificar esa vida. Ni
es suficiente esto solo, porque la sociedad humana se va desarrollando conjuntamente, por lo que tampoco
puede dejársele excluido del avance conjunto. Tampoco es bastante con esto, ya que la búsqueda de ese
bien colectivo ha de ajustarse a una igualdad cada día más humana. O sí quieren más ética. Está visto que
cuando perdemos ese orden (entre la moral y la ética), soltamos la bestia salvaje que llevamos dentro, en
lugar del ángel que también poseemos.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
4 de agosto de 2013.-