VIDA EN ORACIÓN
La vida de oración no es un rezo esporádico, que solo brota
cuando tenemos una contrariedad, en la que ya no podemos más con
nuestros pesares y adversidades. Entonces- y solo entonces- echamos
nuestra carga sobre lo que consideramos el “último agarradero”, pero que
realmente solo es el reflejo y una hipotética ayuda a nuestros deseos,
aspiraciones, y angustias insoportables.
Pues ya no tenemos otra salida, que hemos buscado
ansiosamente, ¡pues vamos a rezar! Y erogamos una oración o rezo en el
que - al no estar en sintonía con Dios- es distraída por otros pensamientos
que se entremezclan, y batallan contra la misma ansiedad que nos
acomete. Raro será, al que no le ocurra esto más de una vez.
La vida de oración es tener presente a Dios en todas nuestras
pensamientos, actos e intenciones. Ciertamente nos asaltará la carne y los
deseos pecaminosos en nuestro diario vivir, pero nuestra vida debe ser un
fortín contra el pecado. Si no tenemos el pecado como lo más calamitoso
de nuestras vidas, y nuestra relación con el Señor ¿Cómo vamos a estar
consagrados, si vivimos envueltos de la agitación de afuera?
¡Reconozcámoslo! No estamos de veras apegados a Dios, porque
aunque nos parezca que le amamos -y puede ser cierto- no lo estimamos
merecedor de una consagración personal a su nombre y a su amor. De ahí
unas vidas tibias y flojuchas.
En este estado lamentable, solo porque algún opositor se ponga a
criticar nuestras convicciones, nos ponemos a temblar por si alguna de las
argumentaciones resulta una verdad contradictoria con nuestra fe, y de
alguna forma, más fuerte argumentalmente que la nuestra a causa de
nuestra ignorancia de las cosas relativas a la genuina piedad.
Y así nacen estas formas de adoración, que solo son adoración al
dirigente, a “nuestra asamblea, fraternidad, o grupo” o a nuestra forma de
pensar. Esta última, nos es tan grata y cómoda, que cualquier oposición a
ella, nos hace saltar enojados y con malos sentimientos o frases
extemporáneas contra el que consideramos enemigo , cuando debería ser
una espléndida ocasión para mostrar a un alma extraviada, la verdad de
Cristo y que alcance la salvación.
Si no guardamos nuestro corazón de tantos acosos exteriores,
seremos -como dice el apóstol- de los que combaten contra la fe, desde
dentro de las congregaciones: Estos son inmundicias y manchas,
quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores . (2
Pedro 2:13)
AMDG