El buen uso de mi tiempo
P. Fernando Pascual
29-6-2013
Cada opción que hacemos necesita tiempo. Si abro una cuenta en Facebook, necesitaré tiempo para
seguirla. Si quiero sacar mi carnet de conducir, necesitaré tiempo. Si quiero estar al día en la
situación sanitaria del mundo, necesitaré tiempo. Si quiero hacerme experto en alpinismo,
necesitaré tiempo.
Cuando las opciones se acumulan, el tiempo se reduce. Tanto, tanto, que cuando un amigo nos pide
un favor sale automática la respuesta: “no tengo tiempo”.
Sí, no tengo tiempo para él porque el tiempo lo he orientado hacia otras opciones. Algunas, hay que
reconocerlo, “impuestas” por la vida: ciertas enfermedades nos obligan a invertir tiempo y más
tiempo en visitas médicas, tratamientos, reposo... Pero otras opciones son “autoimpuestas”: esta
actividad la escogí yo con plena libertad, simplemente porque me interesaba.
El tiempo, sin embargo, no es flexible. Por lo mismo, cuando sentimos que los planes y deseos
superan a las posibilidades, surge una extraña frustración: dejamos de hacer tantas cosas que nos
gustarían...
El problema es serio, pero no podemos ahogarnos en un vaso de agua. Hay situaciones en las que
podemos reestructurar nuestra vida. Entonces quitaremos de allá, dejaremos lo otro, y...
¡encontraremos tiempo!
El punto, entonces, es el siguiente: ¿en qué invertir el tiempo? ¿Puedo simplemente escoger lo que
me gusta o lo que está de moda o lo que otros me imponen sin un motivo suficientemente válido?
Para responder, no podemos dejar de lado una pregunta mucho más profunda y seria: ¿qué significa
vivir como hombres y mujeres? ¿Cuáles son las actividades más hermosas y nobles en la existencia
humana? Además, si tras la muerte hay un encuentro definitivo con un Dios justo, todo adquiere
una tonalidad diferente.
Tenemos, para buscar la respuesta, la ayuda del Evangelio: al final de la vida nos examinarán de lo
que hayamos hecho a nuestros hermanos más necesitados (cf. Mt 25,31-46).
Sólo si tengo ante mis ojos esta enseñanza de Jesucristo seré capaz de replantearme, en serio, el
buen uso de mi tiempo.
Si me decido en serio para vivir en la santidad y en el amor, llegará el momento en que “mi tiempo”
ya no será mío, sino que lo entregaré completamente a Dios y a mis hermanos más necesitados...