ALGO MÁS QUE PALABRAS
NUESTRA DEBILIDAD HUMANA
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Vivimos en un mundo de amenazas permanentes, que tienen siempre su punto de partida en
nuestra debilidad humana, en la manera superficial de considerar la vida, en la forma de comportarnos y
de aceptar movernos por la planeta. Esta imagen de agotamiento, donde el mal físico y moral nos
acorrala, genera un universo de contradicciones verdaderamente inquietantes. Hoy más que nunca,
pienso, que necesitamos de aliento para ser fieles a nosotros mismos, a nuestra conciencia en definitiva. A
diario nos trituran las alas y no podemos sentirnos libres, dejamos que nos adoctrinen nuestro propio
espíritu y caminamos al dictado de poderes corruptos, con total abandono a nuestros principios. De ahí, la
necesidad de reivindicación de muchas personas que quieren pasar por esta vida, siguiendo su conciencia
innata del deber, de actuar según su criterio y de conducirse de acuerdo con el sentido más hondo del
pensamiento.
Por consiguiente, deberíamos con urgencia proceder a activar los derechos de conciencia en un
mundo de tantos comercios ilícitos. Se me ocurre pensar en el campo de la sanidad, en la objeción de
conciencia ante leyes que no respetan la vida humana, en el poder de tantas redes delictivas como genera
el comercio de las drogas o el mismo comercio de personas. No sólo es preciso concienciar a las personas
sobre los peligros del mundo actual, hay que hacer más, establecer controles que impidan que haya
personas que se beneficien de la debilidad de algunos seres humanos. Por ejemplo, los agricultores que
dependen de la explotación de cultivos ilícitos hay que ofrecerles otros medios de subsistencia
alternativos. Lo mismo sucede con los profesionales sanitarios ante un mundo eclipsado por el valor de la
vida, a veces han de ejercitar su objeción a lo que, por otra parte, debe ser su propia vocación, la defensa
y el cuidado de la vida humana. Desde luego, a veces estos hechos se agravan por la desidia culpable y la
negligencia de los seres humanos que, no pocas veces, podrían haberse remediado.
Ciertamente, resulta imposible enumerar la vasta gama de amenazas contra la vida humana, son
tantas sus formas, manifiestas o en cubiertas, que no puedo por menos que acudir a la responsabilidad
social como muro de contención. Considero que es preciso, crear conciencia del daño que causan algunas
situaciones permisivas como pueden ser el mundo de las drogas, o el problema incipiente que presentan
las nuevas sustancias psicoactivas, muchas de las cuales no están aún bajo control internacional. En la
misma línea de atrocidades se sitúan tantas violencias sembradas y violaciones sufridas. Ahí está el
testimonio de la violencia física o sexual, que también es un problema de salud pública, y que afecta a
más de un tercio de todas las mujeres a nivel mundial, según un informe reciente de la Organización
Mundial de la Salud. Dicho estudio sistemático afirma que cerca del 35% de todas las mujeres
experimentarán hechos de violencia, ya sea en la pareja o fuera de ella, en algún momento de sus vidas.
Todos estos escenarios de intereses contrapuestos, unida a la desnutrición y al hambre debido a una
injusta distribución de las riquezas entre las pueblos, deben hacernos reflexionar sobre nuestras
debilidades.
La humanidad de hoy nos ofrece alarmantes espectáculos, de ataques permanentes y continuos
contra la vida y, sobre todo, de la vida de las personas más indefensas, que lejos de decrecer van en
aumento. Los falsos poderes, con sus dirigentes hipócritas y mezquinos, han logrado que las personas
activen ideas perversas, contrarias al propio derecho natural, y por ende, a los derechos humanos. Cada
día mujeres, hombres y niños sufren torturas o malos tratos, perpetrados con la intención de destruir su
sentido de dignidad y valor como ciudadanos del mundo y, en algunos casos, para infundir miedo e
intimidar. Hay también una sensación de profunda frustración, que surge de la desesperanza y de los
hábitos propagandísticos de la maldad, lo que hace que las relaciones humanas se debiliten, o apenas
existan en su autenticidad. Todo parece indicar, que nuestra debilidad, a veces es tomada por los
poderosos como moneda de cambio. El día en que la voz de la naturaleza nos cautive, en que la voz de la
razón nos despierte hacia el dominio de uno mismo, entonces descubriremos que las sociedades deben
seguirse por su capacidad para hacer que la gente sea feliz, de lo contrario, no tiene sentido poner más
palabras donde faltan las ideas.
Sin el mundo del pensamiento, difícilmente vamos a poder reencontrarnos dignificados, máxime
en una época en el que los derechos naturales son gravemente negados y la actitud del ser humano sobre
sí, apenas se considera a la luz de la familia humana. El olvido de los valores y la crisis de humanidad
por la que atraviesa nuestro mundo, nos obligan a una superación interna y a un renovado esfuerzo de la
mano tendida. Esto es lo que a menudo nos falta, poder desarrollar el espíritu humano de nuestra
conciencia, poder ahondar en lo que somos y en lo que queremos ser, poder concienciarnos en que
ninguna autoridad humana tiene el derecho de pensar por nosotros en definitiva. En cualquier caso, no
existe un signo más patente de debilidad que el momento actual, en el que todos desconfiamos de todos y
al que todos contribuimos sin tregua a una vida llena de amarguras.
Pero, claro, a pesar de los pesares nos queda la esperanza, de que hasta Dios mismo se valió
muchas veces de los débiles para abatir a los poderosos. Así, pues, el día que se salga de esta inercia de
poder trazada por la clase dominante, y se considere a todos por igual, el futuro será distinto, porque la
participación ayuda a ver más allá de los intereses sectoriales. Para estos grupos débiles, la protección
social es un derecho esencial y una obligación de todos en el auxilio, como también para aquellos estados
frágiles reforzar la conciencia tolerante entre sus moradores es tan vital como precisa. Al fin y al cabo,
sabemos que en este mundo debemos afrontar luces y sombras, máxime en un periodo de globalización
como el presente, pero también percibimos que la unidad todo lo resuelve cuando la unión es sincera,
porque no es suficiente levantar al débil y abandonarlo, luego hay que sostenerlo para que se haga fuerte.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
23 de junio de 2013.-