AL PASAR EL NAZARENO
Juan Manuel del Río
Decidme por qué
al Nazareno la vida se le va
si aún el vino nuevo
no ha fermentado en el lagar.
Decidme por qué
el silencio rebota en cada golpe
en cada paso en cada piedra
cuesta arriba del Calvario.
Decidme
si es Viernes Santo
por el llanto compungido
de la gente arrepentida,
o por el perdón universal
del Cristo que muere,
como Cordero inocente,
en las aspas de un madero.
Decidme
si es hora ya de escanciar
el vino nuevo
de la nueva humanidad
elaborado en el trujal
de la cruz
donde por amor padece y muere
el Divino Redentor.
Recordaré en mis sueños tu mirada
pues con amor me miraste,
Jesús Nazareno, al pasar.
En la penumbra de la noche, al rezar,
evocaré tu mirada
hasta alcanzar la alborada.
Grabaré tu perdón en mi alma
y encenderé los cirios
de la fe y de la esperanza.
Pan de trigo será tu Palabra
amasado en el altar, que mi alma saciará.
Buscaré en adelante tu rostro
y en tu rostro tu mirada.
Desandaré a tientas en la niebla,
como un ciego, mis sendas torcidas
hasta encontrar el perfil
de la inocencia primera
que un día lejano perdí.
Tendré de aliado el silencio
para escuchar tu voz,
sólo tu voz,
que es Palabra de amor y perdón.
Y cuando la luz
vuelva a iluminar mi rostro sabré
que tu mirada, mi Jesús de Nazaret,
se cruzó en mi camino un día
hasta dejar mi alma encendida.
La luz que mi alma ilumina
yo sé que fue
la que había en tu mirada aquel día,
mi Jesús de Nazaret,
que al cruzarse en mi vida
cambió para siempre mi ser.
Tú que al pasar,
mi nombre dijiste, sabes
que aquel rezo dejado en tu altar
no fue olvido, fue un amigo,
“Padre nuestro… -te decía-,
que en los cielos estás…”