ALGO MÁS QUE PALABRAS
HAY QUE SALIR A LA CALLE
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Hay que salir a la calle con el coraje de seguir adelante, tomar las plazas y repartir ilusión.
Tenemos que despojarnos del pesimismo y la amargura, del desánimo y el desaliento, y retornar al culto
de los valores humanos. Son tantas las cuestiones pendientes de diálogo que es preciso tender puentes,
oponerse al caos, contribuir a la formación ciudadana para trabajar por el bien común. Ahora bien, todo
esto requiere personas de mente abierta, que sepan mirar más allá de uno mismo, con capacidad
comprensiva, dispuestas a no dejarse corromper por la necedad del egoísmo, de la maldad hacia sus
semejantes. No hay mayor dolor que la estupidez de la mentira o intentar curar el mal por medio de otro
mal. Desde luego, jamás es excusable ser un perverso a cualquier tipo de jornada, estamos aquí para
humanizarnos, para plantar sosiego e implantar acciones de paz en el planeta. Por eso, cuesta entender la
incursión de tantos sembradores de terror, que atacan sin miramiento alguno, a personas o instituciones
dispuestas a detener la violencia y a recuperar el tiempo perdido en tantas inútiles batallas.
A la calle hay que salir a reconstruir paisajes perdidos, a escuchar los testimonios dramáticos de
millones de seres humanos, a poner la voz a los que ya no tienen voz por su continuo sufrimiento, a decir
¡basta! ante tanta crueldad vertida. Por desgracia, hemos perdido la decencia y hasta la docencia ya no
responde a la formación de personas aptas para respetarse. Lo cruel es que nos dejamos gobernar al
capricho de poderes corruptos, de gentes mediocres y sin escrúpulos, de personas sin alma. No hay que
tener miedo a encontrar la verdad, es más debemos luchar por la verdad, debemos estar comprometidos
con la verdad para poder deslindar latidos de doctrinas. No nos podemos dejarnos eclipsar por los
intereses de una sociedad corrupta, tenemos que invertir en conciencia crítica y abrirnos paso entre tanta
podredumbre. Sin duda, hemos de ser combativos contra tantas hipocresías de pedestal antes de que
enferme el corazón del mundo.
No olvidemos que por la calle del hoy se llega a la calle del mañana. La esencia de la vida no es
volver hacia atrás, sino ir hacia adelante. Para dolor de todos, vamos en retroceso, ni se reduce la pobreza,
tampoco se cuida el planeta a pesar de hablar tanto de la sostenibilidad ambiental, y los trabajos cada día
son más precarios. En vista de lo visto, necesitamos la calle para no morir en la soledad, en la exclusión
de un sistema tan injusto como inhumano. Cualquiera nos podemos ver en la marginalidad por esa falta
de ética solidaria o de distribución equitativa. No es cuestión de poder más, sino de servir mejor. Es
menester, por consiguiente, tomar la calle y denunciar tantos compromisos incumplidos, tantos engaños
consentidos, tantas irresponsabilidades toleradas, tantas miserias injertadas en un camino de injusticias.
Las autoridades públicas, tanto las del país como las internacionales, deberían tomar buena nota ante la
multitud de círculos viciosos propiciados, en parte, por políticas económicas equivocadas, que incluso
llegan a destruir la riqueza de los estados.
Aunque nos cueste lo que nos cueste, por tanto, debemos salir a la calle y desterrar de nuestra
vista comportamientos deplorables de dirigentes, que practican y cultivan la gravosa desviación del bien
colectivo. Es duro escribirlo, pero seguimos con la ley de la selva. El día que la sociedad aprenda a
convivir integrada, será el día que verdaderamente el más fuerte ayude al más débil, mediante un
equilibrio de derechos y no de fuerzas. Para invertir esta tendencia, evidentemente, habrá que cambiar
muchas actitudes y prácticas ilícitas, por una cultura de más donación y menos usura. Mientras tanto, nos
queda salir a la calle, aunque en la calle no seamos nadie, al menos para reivindicar un salario mínimo y
también un salario máximo, una sanidad de mínimos y una sanidad de no abuso, una educación para todos
y una educación sin elitismos, y así, poder reiniciar un nuevo sueño: la esperanza que hemos perdido.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
19 de junio de 2013