Imperfecciones y perfecciones
P. Fernando Pascual
15-6-2013
Un bolígrafo imperfecto no escribe bien, o está rayado, o le falta alguna de sus partes. Un
bolígrafo perfecto... es más difícil de describir, pues la perfección del bolígrafo depende del
punto de vista de cada uno, de las cualidades que espera encontrar en este instrumento.
Las ideas de imperfección y perfección se presentan con muchos matices. Así, hay quien dice
que la democracia es el sistema más perfecto de gobierno, y otros la ven como un sistema
muy imperfecto. Otros consideran la economía de mercado como imperfecta y la economía
socialista planificada por el gobierno central como perfecta (y al revés). La lista podría
hacerse interminable.
Fuera de las disputas que surgen por diferentes puntos de vista, hay un punto previo sobre el
que no siempre reflexionamos: ¿qué significa suponer que algo es imperfecto y algo es
perfecto?
Las respuestas variarán según las personas y según los objetos sobre los que aplicamos estos
dos términos. Existe, sin embargo, un elemento común a la hora de usarlos: habrá
imperfección donde falte algo que se supone como “debido”, y habrá perfección cuando el
objeto reúne en sí todo lo “debido”.
En otras palabras, imperfecto sería aquello a lo que falta algo que no debería faltarle, y
perfecto aquello a lo que no le falta nada de lo que debería tener. El “debería”, como ya
hemos notado, puede ser muy subjetivo, pero es un elemento común a la hora de pensar si
algo sea o no sea perfecto.
Si este elemento común puede ser más o menos claro, no lo es la aplicación. ¿Por qué
algunos piensan que su vida es imperfecta, y otros piensan que esa misma vida es perfecta?
Además, ¿es correcto decir que hay seres humanos imperfectos y otros perfectos? ¿Sólo
porque les falta una parte del cuerpo o también cuando tienen ciertos modos de pensar y de
actuar?
Alguien que se emborracha, ¿es imperfecto? Alguien que cumple con sus deberes de trabajo,
¿es perfecto?
Los ámbitos de aplicación son innumerables. Las palabras imperfección y perfección
aparecen respecto de lo físico y lo ético, lo social y lo artístico, las diversiones y los planos de
un arquitecto.
Si nos miramos al espejo del cuerpo y del alma, ¿somos imperfectos o perfectos? La pregunta
no nos deja tranquilos, especialmente porque no basta lo que uno diga sobre sí mismo, sino
que estamos muchas veces bajo el juicio de quienes nos aprecian y nos desprecian.
Imperfecciones y perfecciones, además, parecen sucederse en el tiempo. Lo que ayer
funcionaba a las mil maravillas, mañana se convierte en un objeto inútil e imperfecto. Lo que
parecía lleno de defectos empieza a brillar desde una dimensión buena hasta ahora no del
todo conocida.
Dos palabras muy usadas nos abren horizontes insospechados de preguntas. Surge, además,
una pregunta que está a la raíz de muchos juicios e inquietudes: ¿por qué tenemos un deseo
continuo de evitar las imperfecciones, propias y ajenas, y de encontrar a nuestro lado objetos
y personas un poco más buenas y algo más perfectas?
No es fácil responder. El mundo en el que vivimos está lleno de fragilidades desde las que
saltan, de modo insospechado, imperfecciones que nos preocupan, o perfecciones que
producen una grata sorpresa.
Sólo tras la muerte, intuimos, será posible un mundo diferente, donde la perfección de un
Dios bueno llegue a ser compartida por quienes, con imperfecciones y caídas, hayan sabido
pedir perdón y dejarse modelar, y perfeccionar, por unas manos divinas.