La Pascua de la Iglesia de Cristo
Resurrección solo litúrgica o también real?
Hay una iglesia de muerte y exclusión, la de los cristianos aburridos y pegados a las
leyes. También existe una Iglesia Joven, la de los que se juegan por la verdad del Evangelio,
que no expulsan al pecador sino que lo acompañan hasta en el camino mas difícil.
Hay una Iglesia de muerte y solo de viernes santo, la que vive del adoctrinamiento, la
que posee todas las verdades y ninguna duda. Esa Iglesia de la carrera eclesiástica, de los
títulos honoríficos y los primeros puestos. También hay una Iglesia resucitada: esa que
acompaña el dolor, no se asusta con la humanidad, ni se pavonea con el poder.
Convivimos con una Iglesia de caras tristes preocupados por la blancura del mantel
pero indiferente con el niño pobre o el adolescente inquieto, una Iglesia que obliga a escuchar
en largas homilías pero que escucha poco. Estamos viviendo también una Iglesia resucitada
de comunidad, amistad y atraída por el Evangelio mas que por los rituales perfectos.
Nos sentamos en los bancos de la Iglesia con cristianos ocupados en resaltar su
amistad con el sacerdote o la autoridad y buscar su beneplácito. Esa Iglesia de unos pocos
haciendo todo. Compartimos el camino con la Iglesia de la resurrección que es comunidad, que
sabe compartir con el que sufre y anima al enfermo.
Sufrimos una Iglesia de visión obsoleta, extraña de los tiempos, que hace llevar
pesadas cargas a los débiles y ella ni siquiera suspira para montarlas. Creemos en un Iglesia
de jóvenes aferrados a ideales, comprometidos con la vida y la justicia. Una Iglesia que es una
casa, un patio y una escuela de vida.
Hay una iglesia que mira para otro lado cuando la cosa se pone difícil, que invita a
retirarse a los que no cumplen todos los requisitos y que sanciona a los mas desobedientes y
hasta ridiculiza a los que llegan tarde a misa. Pero también existe una Iglesia de resurrección,
que respeta los ritmos de los hombres y mujeres del mundo, que cree en la amplitud de
horizontes, en la variedad de pensamiento, en el pluralismo y en el cambio de los tiempos.
Hay una Iglesia acostumbrada a no pedir permiso, a no esperar su turno, a hacer todo
rápido y eficazmente con puentes políticos y de poca claridad. Es esa Iglesia que tranza con
cualquiera con la excusa de “hacer el bien”. Pero existe una Iglesia que sufre el martirio del
olvido, el silencio de los medios de comunicación, la censura y el desprecio oficial. Esa Iglesia
sin poder humano, sin privilegios es la Iglesia mas parecida a Cristo.
Tenemos una Iglesia de palcos oficiales, de invitados de honor, de ceremonias
magnificas y de alfombras rojas. Aunque también esta la Iglesia del pasillo peligroso en la villa,
la que se sienta a charlar con el drogadicto, la del fondo en el suburbio y el bolsillo solo
abultado por rosarios y caramelos.
Vivimos también con una Iglesia que recuerda la muerte y Resurrección de Jesús pero
no sus enseñanzas. Hay otra Iglesia con el Evangelio en la vida y no en el atril, con la liturgia
en la gente y no en exquisitos rituales.
Hay una Iglesia que vive predicando la unidad pero por dentro el protagonismo es
individual y dependiente de figuras. Muchos compiten por títulos, honores y nombramientos.
Está también la Iglesia pequeña sin jefes, ni punteros, sin profetas intocables, que crece en
comunidades de servicio, de solidaridad y de pobreza feliz.
Vivir la Resurrección de Jesús no es solo una liturgia bonita con mucho canto y
oraciones largas, es también dar un paso hist￳rico para que “Él” viva resucitado entre
nosotros. La Iglesia que vive la Resurrección de Cristo es de la esperanza, de la confianza en el
hombre y la mujer de este tiempo. Es la Iglesia alegre y festiva. Es la Iglesia optimista en el
joven que lo acompa￱a “hasta en el camino equivocado”. Es la Iglesia resucitada de los pobres,
de los últimos, de los olvidados. Esta Iglesia de resucitados es Iglesia del compartir, de
solidaridad. Es una Iglesia que ama al pecador y no lo excluye.
Esa Iglesia de luz y verdad, que no tiene nada que esconder porque vive en la
coherencia. Es la Iglesia que entiende y se arrepiente de sus propios pecados y acompaña al
débil pecador.
Es una Iglesia que no busca milagros por todas partes porque cree en el milagro de la
vida. Es un Iglesia de resurrección que se mueve al ritmo de los tiempos, porque Jesucristo se
encarnó y resucitó para dar vida a todo. La Iglesia del resucitado tiene oídos que oyen sin
escandalo, labios que dicen palabras dulces y también las necesarias, ojos que miran a un
hermano, corazones que perdonan y aman.
La Iglesia resucitada vive la liturgia desde la vida de las personas conociéndolas y
amándolas. Es una Iglesia resucitada que vive en el mundo real y no esconde las propias
debilidades.
La Iglesia en clave de resurrección no vive escondida o acomodada sino con y entre la
gente del pueblo. Es la Iglesia comprometida y animada por el Espíritu Santo que no tiembla
por las dificultades o los poderosos. Es resucitada porque vive como Cristo. Es Resucitada,
súper-jugada, entregada, valiente, viva, alegre, motivadora, rica de dones, participativa,
inclusiva, misericordiosa, mártir... Es una Iglesia que convence.
German Diaz
germansdb@hotmail.com