Educación y transmisión del saber
P. Fernando Pascual
18-5-2013
Es uno de los temas más importantes para la filosofía de la educación: ¿por qué una persona habla y
otra escucha? ¿De dónde nace el deseo de enseñar y el esfuerzo por aprender?
La historia humana se construye desde un número incalculable de conocimientos. Unos son etapas
provisionales en el camino hacia la verdad: con la llegada de nuevos datos los antiguos quedan
corregidos o superados. Otros se transmiten de generación en generación con una continuidad
asombrosa: también hoy, como en el pasado, los padres enseñan a los hijos a tener cuidado con el
fuego.
En esa larga historia nunca se ha interrumpido la transmisión del saber. Es cierto que algunos datos
y textos han quedado a veces olvidados durante siglos, o incluso que han desaparecido por
completo. Pero también es cierto que otros millones de datos llegan al presente desde una cadena
asombrosa de comunicadores, padres y madres, maestros o simples aficionados, que han sabido
hacer llegar una información desde el pasado hasta el presente.
Lo anterior ha sido posible porque unos hablan (escriben, graban, publican en Internet) y otros
escuchan (leen, ven, consultan en la Web). Los primeros comunican con la convicción de transmitir
algo importante y valioso. Los segundos acogen informaciones desde ese deseo incontenible que
tienen todos los hombres por conocer la realidad, según la famosa frase que da inicio a la
“Metafísica” de Aristóteles.
Los errores del pasado y del presente no han podido interrumpir la cadena. Es cierto que descubrir
un engaño duele, crea desconfianza, daña la comunicación. Sin embargo, más allá de errores
involuntarios o de mentiras manipuladoras, siguen abiertos canales de enseñanza entre todas las
generaciones y sobre los temas más insospechados.
¿Por qué, entonces, unos hablan y otros escuchan? Porque los primeros suponen conocer algo que
interesa y vale para los segundos. Porque los segundos acogen y reciben con actitud despierta
(también crítica) lo que transmiten los primeros.
Así se construye ese rico y continuo fenómeno que conocemos como educación. Desde la misma
los seres humanos se colocan en una línea imaginaria que va desde los orígenes de la humanidad y
que llega hasta nuestros días.
Esa línea explica los muchos beneficios que han caracterizado nuestra vida y que llegaron a
nosotros desde cientos de personas que compartían su saber: un médico competente y disponible, un
paciente profesor de idiomas, un hábil maestro de la autoescuela, unos padres de familia y amigos
que nos apartaron del mal camino y nos guiaron, respetuosamente, hacia el bien, la verdad y la
justicia.