Asambleitis
P. Fernando Pascual
25-5-2013
En muchos asuntos humanos existe el peligro del exceso, que es un tipo de vicio. También en el
tema de las asambleas y reuniones, con un exceso que podemos llamar “asambleitis”.
¿En qué consiste? En una tendencia a multiplicar, fijar y promover continuamente asambleas, y más
asambleas, y más asambleas.
Asambleas para analizar un problema. Asambleas para resolverlo. Asambleas para ver cómo
marcha la aplicación de las soluciones. Asambleas para encontrarse y sentirse parte de una
institución. Asambleas para normar cómo deben funcionar las asambleas. Asambleas, asambleas,
asambleas...
La asambleitis surge de algo bueno: es conveniente que un grupo humano tenga momentos para
reflexionar y decidir juntos. Entre todos, especialmente cuando hay buena voluntad y ponderación
en las reflexiones, se ve mejor cada asunto y se analizan con más perspectivas las distintas
posibilidades de acción.
Pero eso bueno, llevado a un exceso, se convierte en un daño. A base de multiplicar asambleas, el
tiempo se desparrama en discusiones mientras quedan de lado asuntos urgentes que requieren
intervenciones inmediatas, o asuntos normales que también necesitan su tiempo.
Además, cuando se incurre en el vicio de la asamblea por la asamblea, es fácil que algunos se
acostumbren a fomentar grupos de presión para “secuestrar” y dirigir a la mayoría hacia sus planes
prefijados. ¿No era esa una de las tácticas favoritas de activistas políticos en un pasado no muy
lejano, si es que no ocurre también en un presente poco conocido?
Por eso, frente al deseo de algunos de tener asambleas y más asambleas, como si el tiempo fuese
elástico, hay que adoptar una actitud realista y serena que dé a este tipo de actividades su puesto,
pero sin excesos.
Las reuniones y las asambleas no deben convertirse en una excusa para la inacción ni en
instrumentos manipulados por algunos para imponer su agenda a otros. Sólo llegarán a ser algo sano
y provechoso si, con medida, se tienen de modo oportuno y ordenadamente. Así servirán como
ayuda para la acción, desde la apertura de corazones y la escucha a quienes, con experiencia y
perspicacia, iluminan a los otros en vistas a comprender mejor la realidad y a tomar buenas
decisiones.