ALGO MÁS QUE PALABRAS
HAMBRIENTOS DE ESPIRITU FRATERNAL
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
19 de mayo de 2013
Apuesto por el abrazo sincero. Lo considero una buena manera de abrirse al auténtico
diálogo. A mí me parece que los tiempos actuales son muy fríos. Es lo propio de un mundo
frenético al que no le dejan pensar. Todo se envuelve alrededor del poder. Ciertamente, tenemos
más armas, pero también menos alma para sembrar por los caminos de la vida otro entusiasmo
más comprensivo. Para entenderse, pienso que debemos cuidar mucho más nuestras
habitaciones interiores. Sólo así podremos descubrir y describir nuestros propios sentimientos.
Y nadie nos podrá dominar. Me niego a ser juguete de nadie. A veces nos faltan encuentros con
el corazón y nos sobran reencuentros con dominadores sin ética. El fruto de la sinrazón nos
comercia en un mercado sin moral alguna. Hemos convertido al ser humano en un objeto más
de deseo, sin apenas dejarle tiempo para reflexionar sobre sus creencias ni sobre su existencia,
sobre su origen ni sobre su destino.
Sin duda, abrazarse a las diversas culturas favorece el sentirse unidos. Andamos
hambrientos de fraternidad. Algo que necesitamos como el pan de cada día. A pesar que desde
el año 2002, se haya declarado el veintiuno de mayo como el Día Mundial de la Diversidad
Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, apenas hemos aprendido a convivir unos con otros.
Convendría, pues, que nos interrogáramos cada uno consigo mismo sobre aquello que nos
impide avanzar. Son muchas las heridas abiertas por duros y sangrientos conflictos. La
construcción de un planeta reconciliado no es fácil, pero tampoco es imposible. Deberíamos
despojarnos de aquellos poderes que no saben conjugar principios y valores, servicio y bien
común, y evitar, de manera contundente, las manifestaciones patológicas que se dan con tonos
de autoexaltación y de exclusión de la diversidad. Me refiero a esas formas nacionalistas que
aíslan los pueblos, a esas maneras racistas y xenófobas, que desde el pedestal del poder, intentan
dominar mentes para su interés propio. Tenemos que lograr un progreso para todos, en el que
todos los seres humanos puedan desarrollarse, sin exclusiones.
No está bien que sigamos propiciando el bienestar de algunos, excluyendo a otros.
Tanto los líderes de Estado como los dirigentes de las organizaciones internacionales, tienen que
tomar medidas concretas, en base a unos objetivos claros y convincentes, para que realmente
aumente la conciencia mundial sobre la importancia de la unidad, de la inclusión en la
diversidad, a través de gestos verdaderos y de actitudes positivas para ello. Si la cultura es lo
que somos, el abrazo entre culturas es lo que nos sostiene como especie. No hay mejor manera
de superar las diferencias que resaltar aquello que nos une para acercarse. En los tiempos
actuales es, por consiguiente, indispensable que la cultura del cariño, o de la consideración hacia
el semejante, germine como elemento fundamental de toda estrategia de vida, ya que
posibilitará el diálogo entre los pueblos y las gentes. Hablo de abrazos salidos del alma,
dispuestos a olvidar todo lo malo para tranquilizar conciencias, y así, empezar un diálogo
centrado en el ser humano como creador de fraternidad. Una solidaridad que no refleja el
espíritu fraternal se queda vacía. Al fin y al cabo, uno tiene que darse por propia humanidad.
Evidentemente, toda negociación tiene que partir de ese espíritu de fraternización.
Tenemos que redescubrir nuestros vínculos y ver la manera de generar más concordia entre
todas las culturas. Desde luego, no puede haber tolerancia ni respeto a la diversidad, si no hay
espíritu fraternal entre la humanidad, porque hasta la misma justicia no puede prosperar sin una
atmósfera de consideración hacia lo humano, hacia el compartir fraterno. El pan como el agua, o
el mismo aire que precisamos para respirar, son alimentos (o alientos) fraternales que deben
estar al alcance de todos los bolsillos, también de los más pobres. Indudablemente, cualquier
sociedad necesita de esa fraternidad para protegerse. Está visto que donde hay una auténtica
solidaridad fraternal, los derechos de los débiles y los indefensos están mejor asegurados. Es
verdad que nuestro mundo actual está demasiado familiarizado con la falta de espíritu fraternal
y con sobredosis de violencia, discriminaciones e injusticias; por ello, creo más necesario que
nunca avivar la cultura del hermanamiento. De lo contrario, la raza humana corre el peligro de
extinguirse. Naturalmente, el más real de los gestos radica en que todos somos precisos e
ineludible es la unidad.
Por encima de todos los progresos que nos hemos inventado, o nos han injertado los
poderosos en vena, hace falta que el progreso ético o espiritual, tome las riendas de nuestras
vidas. Los riesgos de la fragmentación del mundo, del quebrantamiento de la autoridad, de la
ordinariez que nos maneja, olvida el espíritu que nos ha de fraternizar, y que no es otro que el
respeto por el ser humano y su cultura. No sigamos retrocediendo. Mundialicemos el espíritu
fraternal conforme al respeto de los derechos humanos, sin renunciar a las convicciones
personales, pero también adhiriéndonos a otras, con la tolerancia de la diversidad, para poder
superar tantas divisiones. En los últimos tiempos se han activado diálogos interculturales e
interreligiosos, pero a mi juicio ha fallado la conciencia de hermanamiento, su valor de
fraternidad espiritual y su alcance para el éxito de una globalización fraternizada.
Bien es cierto, que nunca es tarde para situar la fraternidad en el núcleo del desarrollo
como convicción personal, para rescatar este sentimiento que proviene del alma más que del
cuerpo, pero que se precisa para reconocer en nuestros semejantes tantas dignidades perdidas u
olvidadas. En parte el mundo se está deshumanizando porque ha perdido ese espíritu de
donación total de sí en el otro, de solidaridad fraterna, de gratuidad hacia los demás, de relación
incondicional en definitiva. El día en que los seres humanos estén unidos entre sí, no hará falta
luchar contra las desigualdades, contra nada ni contra nadie, porque nuestro diario de vida será
una historia de cooperación, de compartir humana y espiritualmente; y, cada persona por sí
misma, cambiará el compromiso social por la comunión fraterna.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
19 de mayo de 2013.-