Mentalidad laical
Rebeca Reynaud
La mentalidad laical es propia de los laicos, de los seglares, de las personas que
viven en medio del mundo, que se sostienen por su trabajo de cada día.
Tener mentalidad laical es estar en el mundo sin ser mundanos. No significa ver
mucha TV o comprar muchas cosas. Es saber disfrutar de las cosas buenas y nobles
que da el mundo: la naturaleza, la convivencia, la fiesta, el estudio, el trabajo, etc.
Es comprometerse con lo que se comprometen las personas valiosas: trabajo,
estudios… Es pedir el sueldo correspondiente, el que nos toca por el trabajo
efectuado.
Los laicos deberíamos difundir por todas partes una verdadera mentalidad laical. Y
es que la secularidad es ese modo natural de estar presentes en el mundo, es un
don de Dios que nos permite santificar las realidades terrenas desde dentro.
San Juan Cris￳stomo escribe sobre los primeros cristianos: “Joven era Daniel; José,
esclavo; Aquila ejercía una profesión manual; la vendedora de púrpura estaba al
frente de un taller; otro era guardián de una prisión; otro centurión, como Cornelio;
otro estaba enfermo, como Timoteo; otro era un esclavo fugitivo, como Onésimo;
y, sin embargo, nada de eso fue obstáculo para ninguno de ellos, y todos brillaron
por su virtud: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, esclavos y libres, soldados y
paisanos” ( Hom. sobre S. Mateo 43,5).
Un laico maduro sabe llevar la dirección espiritual de sus amigos; por su formación
y su madurez, no puede escandalizarse de nada; y si se escandaliza es que le falta
formación.
Hay gente que es espectacularmente clerical y no sabe dar la cara ante la autoridad
civil para defender los derechos del no nacido o del matrimonio, sino que se apoya
necesariamente en el eclesiástico. Así las pedradas le caen al laico, no al párroco.
La secularidad no es sólo el hecho de ser del mundo y de vivir en él: es ser y
sabernos responsables de este mundo, saberlo nuestro, porque Dios nos lo ha dado
para que lo conduzcamos a Él. La secularizad también está en tener “una
cuidadosa atención a las orientaciones de la ciencia y del pensamiento
contemporáneo” ( Surco, n. 428). ¿Sabes qué pasa en el terreno de la Metafísica
filosófica? ¿Qué pasa con la perspectiva de género? Ningún acontecimiento,
ninguna tarea humana nos puede ser indiferente. Pero también hemos de aprender
a disentir de los demás, con caridad, sin hacernos antipáticos (cfr. Surco, n. 429).
El Papa Benedicto XVI les dijo a los sacerdotes lo que también es aplicable a los
laicos ( L’Osservatore Romano, 27 feb-5 marzo, 2010): El sacerdote está “llamado a
cultivar su inteligencia, sus sentimientos y sus afectos según la voluntad del
Creador... “El pecado no es humano” explic￳ el Papa. Un elementos esencial en la
vocación del sacerdote es la compasión, el sufrir con los demás. No puede vivir sólo
para sí. Debe tomar sobre sí mismo la “pasi￳n” de su tiempo, de las personas que
le han sido encomendadas.
La secularizad se deteriora si se le desvincula de su hondo sentido vocacional
¿cómo? Por ejemplo, por el aburguesamiento, por la falta de profesionalidad.
Procurar por todos los medios de no desprofesionalizarnos , porque la persona se
interesa por estudiar, por actualizarse, por tomar posgrados o cursos.
Secularidad es pasar oculto y ver esto como muestra de predilección. Escribe
Pe￱alosa: “En la negrura del mundo hay millones de almas creciendo en la noche,
silenciosas y humildes, constructoras y ardientes. No gritan, pero aman. No son
ilustres, pero están vivas: No salen en los periódicos, pero ellas sostienen al
mundo. Hay en todo lo ancho del planeta millones de flores que nunca verá nadie,
que crecerán y morirán sin haber “servido” para nada, pero que estarán orgullosas
por el simple hecho de vivir y de haber sido hermosas. Porque, como dijo –
hablando de las rosas- un poeta” qué importa morir, cuando se ha sido ¡y tanto!”.
El Niño Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres,
dice San Lucas. Nosotros también, hemos de crecer en sabiduría, sobre todo
porque cumplimos la Voluntad de Dios, también porque estudiamos. Crecer en
gracia, porque vivamos metidos en Dios. La vida interior tiene que mejorar cada
día, a la par que la vida laboral. Tenemos todos los medios dispuestos para crecer.
La vida cristiana consiste en hacer todo con Jesús; rezar, discurrir, amar, trabajar,
caminar, descansar, divertirse... Los disgustos, enfermedades, contradicciones,
dolores... sin incorporarlos a Cristo, carecen de valor. “No te llames pobre
teniéndome a mí”, podría decirnos el Se￱or.
Tenemos los mismos afanes que las demás personas, pero procuramos vivir
metidos en Dios. Jesucristo era Hijo de Dios por naturaleza y pisó nuestra tierra. Lo
que él es por naturaleza, nosotros tenemos que conseguirlo por la gracia. La
filiación divina es un don infinito y eterno.
La mentalidad laical se complementa con el alma sacerdotal, que consiste en vivir
según el espíritu, no según la carne; los que vine según el espíritu son los que
tienen alma sacerdotal. Alma sacerdotal y mentalidad laical significa hacer de
nuestra existencia un altar, un holocausto, una ofrenda total. Escribe San Pablo:
“Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente son nada en
comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros (que estamos
esperando la manifestación de los hijos de Dios).”