Ante una petición de nulidad
P. Fernando Pascual
11-5-2013
El padre abad quería ofrecer unas palabras de aliento ante un caso doloroso. Aquella esposa,
después de 15 años de casada y con 3 hijos, quería salvar su matrimonio. Pero el esposo ya había
cortado todos los puentes. Inició una convivencia con otra persona, obtuvo el divorcio civil, y puso
en marcha una petición de nulidad eclesiástica.
Para aquella esposa era un peso inmenso, insoportable. Por eso acudió al padre abad con un
“S.O.S.” desde lo más íntimo de su alma.
Tras unos momentos de oración, y con el deseo de enviar alguna idea de consuelo, empezó a
escribir.
“Querida hermana en el Señor. Sé que debería escribir una carta muy larga, pero entonces quizá
nunca la terminaría. Permíteme, entonces, ofrecerte unas ideas breves en estos momentos tan
particulares que estás viviendo, y que sólo Dios alcanza a comprender plenamente.
Lo primero es que cuentes conmigo para todo lo que esté de mi parte. Ya desde hace tiempo estoy
rezando por tu matrimonio, por ti, por tu marido, por los hijos. Sé que hay de por medio otra
persona, y también pido por ella.
En segundo lugar, no temas ante el tribunal eclesiástico. Tu esposo ha pedido la nulidad. El caso
está en estudio. Pero no tengas miedo en defender no sólo tu punto de vista, sino sobre todo la
verdad: si ha habido matrimonio, éste es para siempre, y nadie sobre la tierra debería destruirlo.
Es cierto que tu esposo buscará cómo probar que nunca hubo matrimonio (eso es la declaración de
nulidad). No soy capaz de comprender por qué actúa así: sólo Dios penetra las conciencias. Pero
sería triste que por un lado desee un decreto de nulidad para casarse por la Iglesia con su nueva
compañera y por otro buscase engañar a Dios y a su conciencia al pensar que fue nulo lo que en
realidad fue un matrimonio verdadero.
Sé que yo puedo equivocarme y que quizá tu marido tenga algo de razón, una especie de carta
escondida en su bolsillo con la que llegase a probar la nulidad. Pero si no estamos en ese caso, si el
matrimonio fue válido, los esfuerzos de tu marido son dañinos para ti, para él, para vuestros hijos.
En estos días, busca consejo en algún sacerdote que conozca cómo funciona el tribunal y qué
posibilidades tienes a tu alcance. Desde esa convicción que tienes sobre la verdad de tu matrimonio,
no te rindas en la lucha. Como él desea acabar con todo, tú tienes pleno derecho de defender lo que
consideras un vínculo válido y para siempre.
Desde luego, defender la verdad del propio matrimonio surge desde una idea más profunda: el amor
que todavía le tienes. Digo ‘todavía’ porque después de todo lo que ha pasado ese amor te mantiene
en pie. Por eso, pídele a Dios que te ayude a encontrar un camino para rescatarlo, para hacer que
regrese al hogar, para que tu esposo no sólo rompa con una relación que le daña sino que consiga
volver al amor primero que se plasmó hace 15 años en ese maravilloso día de vuestra boda.
No te cito a san Pablo ni todo lo que ya sabes sobre el matrimonio. Porque no sólo has leído sobre
el tema, sino que tantas veces has ayudado a otros en los momentos de dificultad, precisamente
porque sabes que el amor auténtico no se rinde nunca.
Busca en Dios el consuelo y la luz que ahora necesitas. No te desalientes ante quienes te aconsejan
que tires la toalla. No escuches a quienes te sugieren que mientas para acabar con esta historia
cuanto antes. Si en conciencia crees que tu matrimonio fue válido, defiéndelo desde el amor y con
la verdad.
Como te dije, seguiré rezando por ti. Que la Virgen te acompañe y te consuele. Y cuida mucho a los
hijos, para que en medio de esta prueba cuenten con ese cariño que como buena madre siempre les
has sabido ofrecer”.