FE ES BÚSQUEDA
La fe no es el cumplimiento de determinadas prácticas que hacen a una
vivencia religiosa.
La fe es una postura ante lo trascendente que lleva a un determinado estilo
de vida.
La fe no es una costumbre o una rutina sino una reafirmación consciente y
madura.
La fe es el no miedo a las dudas, las inseguridades y los cuestionamientos.
La fe es una certeza, una convicción y una seguridad.
No podemos hablar de una fe que involucre una parte de nuestro ser.
La fe nos involucra por completo.
Cuando se busca todo nuestro ser se empeña en tal búsqueda.
Nada de lo que hace a nuestro ser queda al margen en ese proceso
involucrante porque la fe es un acto de amor.
Resulta imposible poder realizar cualquier intento de acercamiento a la fe
sin contar con la iniciativa de Dios porque la fe es un acto de gratuidad
divina.
Hasta la misma búsqueda es producto de la acción de Dios.
Cuando se llega y uno se abandona a las inseguridades y dudas de la fe tal
acto de abandono solamente es posible desde la iniciativa gratuita de Dios.
La fe no es una adquisición definitiva. Es un proceso de búsqueda
permanente.
Necesario se hace nuestro cuidado y alimentación del regalo de la fe. Es la
necesidad cotidiana de ejercitarla.
La fe es un proceso constante. Siempre buscamos, siempre nos
abandonamos, siempre dudamos, siempre crecemos o desperdiciamos
vivencias.
La fe es una respuesta cotidiana, desde nuestra postura ante la vida y sus
desafíos, a un Dios que nos ofrece la posibilidad de involucrarnos en su
proyecto.
Todo lo que dice de la fe hace referencia a una forma de relacionamiento
íntimo entre Dios y los hombres.
La fe, necesariamente, nos lleva a una vivencia comprometida con Dios y
con los demás. La fe es una experiencia de encuentro personal con Él.
Sin duda que uno quisiera vivir una fe que fuese todas las respuestas y
todas las certezas.
Tal fe no existe puesto que la misma es esa relación entre la pequeñez
humana y lo inconmensurable de Dios.
Por tanto, no pueden darse todas las respuestas y, mucho menos, todas las
certezas. Es un simple avanzar entre algunas preguntas que no poseen
respuestas y muchas, muchísimas, dudas.
Si todo fuese seguridad y certeza con facilidad, nuestro camino en la fe, se
transformaría en un dejar de lado nuestra libertad y se llenaría de
comodidad.
Tener fe es dudar y buscar pero, igualmente, caminar y buscar.
Quien avanza entre cuestionamientos y dudas vive una situación de
búsqueda permanente pero, también, la certeza de que tal hecho es una
manera de estar llegando porque no busco en soledad.
Soy porque busco. Busco para ser.
Tengo fe porque busco. Busco para tener fe.
Todo esto de la fe es una cuestión de Dios y, por lo tanto, lo nuestro debe
reducirse a un dejarle hacer.
Es Él quien nos busca, nosotros nos debemos dejar encontrar por Él.
En oportunidades nos “escondemos” detrás de nuestros miedos, de
nuestros razonamientos, de nuestra lógica, de nuestras ansias de certezas.
Son escondites que, según cada persona, impiden, demoran o aceleran el
encuentro con Dios.
Los caminos por los que nos conduce Dios para encontrarse con nosotros no
responden a un patrón único y preestablecido. Dios, en todo su actuar, nos
trata de una forma personalizada y personalizadora.
Es por eso que al hablar de la fe no podemos más que esbozar algunos
renglones ya que hay tantas experiencias, muy válidas, de fe como seres a
los que Dios se la ha regalado. Lo que certifica esa validez es el hecho de
que, siempre, la fe conduce a una experiencia comunitaria.
Hay tantas experiencias de búsqueda como convenientes caminos traza
Dios para ese encuentro con cada uno de sus hijos.
Podría concluir estos renglones sobre la fe afirmando, sin mucho temor a
equivocarme, que la auténtica palabra sobre la fe es esa que cada uno
intenta pronunciar desde ese deseo de coherencia entre lo que se cree o
busca creer y lo que se vive sabiendo que tal pronunciación está colmada
de dudas e inseguridades.
Padre Martín Ponce de León SDB