Quejas a Dios
Como rayos de luz desenfocados,
Ajeno a la ortodoxia y a los ritos,
Llorando y denostando tu paciencia
Te llamé, ignorando tú mis gritos
Ansiosos, y en la angustia atolondrados.
No voy a recordarte mis pecados
Pues que ya los conoces y que ahítos
De herirme la razón y la conciencia
Me afluyen sin cesar con mis delitos,
Rigores de alma ya desesperados.
¿Y me pruebas? endeble reconozco
Mis faltas, y percibo mi flaqueza
¡Que tu ley, reprobó mis apetitos!
¿No ves Señor que soy muy torpe y tosco?
¿Que mi razón no alcanza tu grandeza
Aunque sueñe con cielos infinitos?
Rafael Ángel Marañón