ALGO MÁS QUE PALABRAS
POR LAS SENDAS DE LA AUTENTICIDAD
Por las sendas de la certeza se llega a la poesía. Falta nos hace reflexionar sobre el
verdadero poder de las cosas y la fuerza creativa de nuestras capacidades. En los tiempos
actuales hemos puesto en peligro tantas realidades, que resulta inevitable plantearse, desde la
libre circulación de las ideas y por medio de los lenguajes, una búsqueda sincera de un
encuentro personal del ser humano con su misma especie y con su hábitat natural. La expresión
poética, así como las demás manifestaciones artísticas, estoy convencido de que van a
iluminarnos. Cada poema, como cada ser humano, es único. También, en cada obra, con mayor
o menor ritmo, late toda la poesía, o lo que es lo mismo, palpita la humanidad. Cada poeta, igual
que cada ciudadano desmotivado en el cultivo del verso, busca algo en la vida. Y no es nada
extraño que lo encuentre, lleva dentro la palabra, que a más hondura en el ser de las cosas,
mayor autenticidad. Una verdad que podrá esconderse, pero jamás extinguirse. Las
demostraciones veraces siempre son obras bellísimas y es, esta belleza, la que nos trasciende e
inquiere a humanizarnos.
Con gran acierto, hace más de una década que la UNESCO empezó a celebrar el Día
Mundial de la Poesía, el 21 de marzo; y, desde entonces, no ha dejado de presentar el lenguaje
poético como un vínculo de unión. Hoy más que nunca se precisan poetas libres, no
subvencionados, de verso en pecho y en guardia permanente, capaces de sacudirnos las
conciencias ante el aluvión de injusticias y desigualdades que nos persiguen. La poesía es una
de las expresiones más auténticas e imprescindibles. Debe ser alejada de todo poder. Es tan
necesaria como el aire que respiramos. Cualquier ser humano insensible a la belleza poética es
un salvaje. Por eso, considero vital para estos momentos de tantas transformaciones, que los
poetas, que en verdad lo son, se gasten y se desgasten en acompañar a los que nadie quiere
acompañar, pongan voz a sus desesperaciones y alienten la esperanza de que otro mundo es
posible. Tenemos que recuperar con urgencia la visión de hermanamiento en un planeta
corrompido. La palabra, que pude herir más profundamente que una espada o curar más
rápidamente que cualquier analgésico, es una de las llaves primordiales para llegar al corazón
de las gentes.
Realmente son muchas las fuerzas contrarias al espíritu creador de un visionario
despojado de poderes. Los dominadores, que amasan un poder excesivo como jamás, lo han
corrompido todo. Hasta la autenticidad nos la han comprado. Y lo peor, es que caminamos a su
antojo, servimos a su capricho, admitimos su soberanía y su lucro, aceptamos sus chantajes y
sus mentiras. Somos así de necios. Nos hemos dejado acorralar por ese poder inhumano,
material, sin ninguna convicción poética. Por eso, necesitamos caminar con los ojos de la
poesía, con los ojos responsables de quien siente la verdad como lenguaje, y ponernos al
servicio de los que sufren. Pienso que vivimos un momento de decadencia humana, como
consecuencia de dejarnos persuadir por la indecencia de unos poderes corruptos, que hemos
construido entre todos. La violencia ha llegado a verse como algo normal. El negocio de la
política se ha permitido y hasta lo hemos activado. A los mercados les hemos permitido que
destruyan vidas humanos y la indiferencia ha sido nuestra actuación. Tenemos que volver a ser
peregrinos del verso y la palabra. Hemos, entre todos, de forjar un amor incondicional en las
conciencias. Se trata de replantearnos nuevos modos y maneras de vivir.
Hacen bien, muy bien, las organizaciones internacionales de avivar el verbo poético y
de conjugarlo por todo el planeta, en todos los tiempos y para todas las edades. También la
cultura precisa de un naciente corazón más níveo, más fraterno, más puro en definitiva. El
trabajo no es poco. Tenemos que reconquistar, sin batallas, una luz que a todos nos ilumine por
igual, dentro de una justicia igualitaria. Son los poetas los que deben abrir el camino y trazar
horizontes de servicio, con pensamientos renovadores e innovadores, embellecedores y
placenteros. Ya lo decía el inolvidable poeta y filósofo alemán Novalis, en su época (1772-
1801), "cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros
aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no
conocíamos". Así es, son ellos, y todos podemos tener alma de poeta a poco que pongamos el
amor como abecedario de nuestra vida, los que pueden cambiar este mundo de intereses y
desdichas.
Bajo este territorio universal del verso todo es posible, sólo hay que dejarse llevar por
los colores, las cadencias y resonancias que nos acompañan. Cada país tiene su lengua, que es
como su esencia poética, y es la unión de estos lenguajes, lo que hace brotar nuestras ideas.
Tenemos que bajar del pedestal de la mediocridad y volver los ojos a la poesía, para que ocupe
ésta su lugar en el centro del corazón humano. La voz del verso es una necesidad, un medio de
corresponderse, un descubrimiento de la verdad y una alianza de autenticidades que todos
necesitamos para sentirnos personas. Cualquier momento es saludable para celebrar y dar
testimonio de la aspiración universal de un planeta reconciliado en torno a los valores de
libertad y diversidad, de belleza y justicia, tantas veces servida con el corazón de unos labios en
movimiento.
Por consiguiente, tenemos que salvaguardar a la poesía de toda impureza, para que cada
persona pueda sentir la voz de los poetas como un llamada a la esperanza. No tengo ninguna
duda de que la poesía es un formidable puente entre culturas. Lo que es capaz de movernos por
dentro es capaz de humanizarnos. Se trata de promover, en definitiva, un aprendizaje humano
basado en los ideales creativos de expresión, y de compartir el sueño de una tolerancia que aún
está por nacer. Al fin y al cabo, sólo lo auténtico, o sea lo que sale de adentro, merece la pena
vivirse. Vuelva, pues, la poesía a responder a las contradicciones del presente.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
17 de marzo de 2013