“Confirma a tus hermanos”
P. Fernando Pascual
16-3-2013
La Iglesia surge desde Cristo, bajo el impulso del Espíritu Santo, en camino hacia la Casa eterna.
En la ya larga historia de la Iglesia católica, los sucesores de Pedro y de los demás Apóstoles han
conservado y transmitido el fuego que Cristo vino a traer a la Tierra.
Ese fuego sigue vivo también hoy, después de casi dos mil años de historia. Ha pasado por manos
seguras o vacilantes. Ha sido gritado por labios temblorosos o serenos. Pero nunca ha dejado de ser
anunciado.
Los obispos y los sacerdotes escuchan y conservan, en lo más íntimo de sus corazones, las palabras
del Maestro: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí
que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” ( Mt 28,19-20).
De modo especial, esas palabras resuenan en el corazón del sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y
obispo de Roma, para quien también valen las palabras del Maestro: “Pero yo he rogado por ti, para
que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos” ( Lc 22,32).
Esa es la tarea que ahora ha recibido el nuevo Papa. Una tarea inmensa, capaz de hacer temblar a
cualquier corazón humana. Una tarea posible, porque el Papa no está solo: cuenta con la oración de
los bautizados de todos los continentes. Una tarea apasionante, como lo ha sido y lo será siempre la
historia de la Iglesia.
El diálogo junto al lago de Tiberíades se repite cada vez que un cardenal es elegido en las intensas
horas de un cónclave: “Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?” La respuesta de cada elegido sólo
puede ser la misma dada por Pedro: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús repite también hoy, al
Papa Francisco, el mandato que explica su misión en estos momentos de la historia humana:
“Apacienta mis corderos” (cf. Jn 21,15).