Cumplir promesas
Fernando Pascual
31-7-2012
Las promesas surgen porque queremos asegurar que nuestro propósito es sincero. Las promesas,
además, reflejan que estamos convencidos de que es bueno o verdadero eso por lo que damos
nuestra palabra, si es que no nos situamos en actitudes de mentira y de engaño.
Una promesa buena y sincera merece ser cumplida. Para eso la formulamos. Atamos nuestro futuro
desde palabras concretas, comprometemos nuestro corazón en el esfuerzo por encontrar tiempo y
medios para realizar algo que otros esperan de nosotros.
Pero a veces las promesas surgen desde un proyecto que busca engañar a los incautos. Ante quienes
esperan una seguridad respecto del comportamiento futuro, algunos intentan sembrar el terreno con
fuegos de artificio y palabras engañosas. Prometen, entonces, con una facilidad asombrosa y con
una frialdad que puede llegar a ser cínica, pues ni están convencidos de lo que dicen, ni pondrán su
tiempo y su corazón para realizar lo que expresaron con promesas falsas.
En otras ocasiones, las promesas fueron sinceras, pero eventos imprevistos cambian el escenario,
hasta el punto de imposibilitar el cumplimiento de lo prometido, o de exigir, para alcanzar bienes
importantes, ajustar el tiro y modificar las promesas realizadas.
Fuera de este último caso, los hombres y las mujeres que buscan vivir honestamente, saben atenerse
a lo prometido, incluso a costa de daños que puedan recibir en sus vidas. Se trata no sólo de actuar
como hombres de palabra, sino de algo mucho más profundo: de asumir las propias
responsabilidades y de respetar a aquellas personas que, confiadamente, supusieron la sinceridad de
nuestras promesas y nos dieron un apoyo nada despreciable.
En cambio, el incumplimiento de promesas muy concretas, que hoy pueden quedar plasmadas en la
memoria de modo casi indeleble gracias a la prensa escrita o a páginas de internet, hace surgir la
sospecha de que fueron formuladas desde actitudes de mentira.
Sobre todo, en el mundo de la política, sorprende palpar con qué facilidad se lanzan al aire
promesas durante la campaña electoral, y cómo esas promesas se esfuman tras el resultado de las
urnas, cuando llega la hora de lo concreto.
Frente a este tipo de situaciones, vale la pena un esfuerzo por mantener viva la propia memoria. No
podemos permitir que otros nos hagan olvidar las promesas incumplidas para mantenernos en un
estado de engaño continuo, como describió, de un modo exagerado y plástico, Orwell en su famosa
obra “1984”.
Denunciar las promesas engañosas de algunos políticos ayudará a no caer nuevamente en las manos
de quienes prometen falsedades, y permitirá buscar con valentía a aquellos hombres y mujeres que
no sólo prometen sinceramente, sino que saben vivir con principios buenos y con esa coherencia
que tanto ayuda a construir una vida social más justa y más armónica.