Un adiós con esperanza
La tarde del 28 de febrero, cuando el sol se ocultó en nuestro hemisferio,
empezó un día que no olvidaremos. Benedicto XVI (hoy Papa emérito)
iniciaba un nuevo camino de subida hacia un monte en el que resplandece
la gloria de Dios en el silencio de la intimidad con Cristo. La vida de Joseph
Ratzinger se ofrecía libremente en beneficio de la humanidad y de la Iglesia.
Las lágrimas de no pocos reflejaban el agradecimiento del corazón de los
cristianos y de los hombres de buena voluntad, por ocho años de un
pontificado profético.
Y es que las huellas de Benedicto XVI marcarán, sin duda, un futuro que
está en manos de la Providencia. El testamento de un Papa teólogo que ha
ejercido su pontificado en plena continuidad con la tradición de la Iglesia
confirmada en el Concilio Vaticano II, nos deja un legado de fidelidad al
Evangelio y de finura y delicadeza humana para hacernos presentes en un
mundo que vive agitado por la confusión y el temor.
Jesús Domingo Martínez