Una Iglesia viva, joven y alegre
P. Fernando Pascual
1-3-2013
Lo dijo en la misa con la que iniciaba su servicio como Vicario de Cristo. Lo ha repetido en su
última audiencia general: la Iglesia está viva.
Sí: para el Papa Benedicto XVI hay en la Iglesia una vida especial, una fecundidad, una energía,
que vienen directamente de Dios. Por eso ni los pecados, ni las tormentas, ni las guerras, ni las
crisis, ni el relativismo, ni el consumismo, ni el bienestar, ni la miseria, han podido destruirla.
Es cierto que a lo largo del camino ha habido momentos de oscuridad. Basta con repasar algunas
páginas de la historia de estos 2000 años para reconocer la fragilidad humana, para tocar la fuerza
del mal. Pero también es cierto que Cristo ha mantenido su palabra y, sobre todo, su presencia. “Y
he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” ( Mt 28,20).
Por eso Benedicto XVI comenzó a caminar como obispo de Roma y pastor de toda la Iglesia con la
mirada puesta en Cristo, en su victoria, en su presencia.
“Sí, la Iglesia está viva; ésta es la maravillosa experiencia de estos días. (...) Y la Iglesia es joven.
Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía
hacia el futuro. La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el
Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva; está viva porque Cristo está vivo, porque
Él ha resucitado verdaderamente” (homilía de inicio de Pontificado, 24 de abril de 2005).
Por eso también, en su discurso de despedida ante miles de personas en la Plaza de San Pedro,
volvió a recordarlo: “Os doy las gracias por haber venido en tan gran número para mi última
audiencia general. ¡Gracias de corazón! ¡Estoy realmente conmovido! ¡Y veo que la Iglesia está
viva!” (Audiencia general, 27 de febrero de 2013).
La Iglesia está viva, de modo especial, en tantas personas que se expresan con sencillez y que
mantienen encendida la lámpara de su fe. Recordando a esas personas, representadas por miles de
bautizados que hacían llegar sus cartas a un Papa anciano y lleno de esperanza, Benedicto XVI
añadía en su última audiencia:
“Aquí se puede tocar con la mano qué es la Iglesia -no una organización, una asociación con fines
religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunión de hermanos y hermanas en el
Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de este modo, y poder casi llegar
a tocar con la mano la fuerza de su verdad y de su amor, es motivo de alegría, en un tiempo en que
tantos hablan de su declive. ¡Pero vemos cómo la Iglesia hoy está viva!”
Sí: la Iglesia está viva, es joven y alegre, porque nace de Cristo, porque vive de Cristo, porque
camina hacia Cristo, desde la fuerza del Espíritu Santo, con la certeza de que tenemos, en el cielo,
un Padre misericordioso que protege y acompaña a cada uno de sus hijos.
Benedicto XVI nos lo recordará también el tiempo que Dios le conceda de vida, después de casi 8
años de servicio como sucesor de Pedro, ahora que empieza a ser “Papa emérito”. Porque seguirá a
nuestro lado, como dijo en sus últimas palabras, pocos minutos antes de dejar de ser Papa:
“Soy, simplemente, un peregrino que empieza la última etapa de su peregrinación en esta tierra.
Pero quisiera todavía, con mi corazón, con mi alma, con mis oraciones, con mis reflexiones, con
toda mi fuerza interior, trabajar por el bien común y el bien de la Iglesia y de la humanidad. Y me
siento muy apoyado por vuestra simpatía. Vayamos adelante con el Señor, por el bien de la Iglesia y
del mundo. Gracias, y ahora os imparto, de todo corazón, mi bendición” (palabras al llegar a Castel
Gandolfo, 28 de febrero de 2013).