El valor de la enfermedad
Hace más de una semana leía que durante más de doce años, un periodista
español, Manuel Lozano Garrido, hoy beato y camino de la santidad, dirigió con
amor infinito y con posibilidades limitadas por su parálisis casi total una revista,
Sinaí, que se sustentaba en la idea de que grupos de enfermos podían ofrecer el
sacrificio de su dolor por el bien de la prensa católica.
Muy bien les vendría a los medios de información religiosa, y a todos, hoy saberse
"rezados" cada día por un grupo de doce personas a las que se sumaba algún
convento o monasterio que rezaba por el mismo periódico.
Pero a la belleza de esa iniciativa, que quizá un día pueda recuperarse, se le suma
el hecho de que, en aquellos años en los que enfermedades crónicas como la
tuberculosis o problemas graves como la poliomielitis eran muy comunes en la
población, eran llevadas por los enfermos con una sorprendente paz interior.
El secreto era relativamente sencillo. Lozano Garrido, él mismo experto en
enfermedad, supo ver con mucha claridad cómo esa vida de sufrimiento,
experimentada desde el ángulo de la fe, no solo dejaba de pesar sino que se
convertía en camino de corredención. Hoy, el día que lo escribía era la Virgen de
Lourdes, miles de personas buscan su consuelo en el Señor y a otras miles habría
que ayudarles a que encontraran que esa Cruz de Cristo puede hacer más llevadera
la suya, que es la misma. Está cuaresma puede ser una buena ocasión.
Jesús Domingo Martínez