La familia, antídoto contra el estatalismo
P. Fernando Pascual
16-2-2013
Las ideologías estatalistas, colectivistas, totalitarias y similares consideran al Estado como la
realidad más importante, la única capaz de promover justicia y bienestar para la gente, la que podría
construir un mundo mejor.
Según estas ideologías, el pensamiento crítico, el individualismo, la libertad, serían enemigos
destinados a la destrucción. Por lo mismo, no extraña que grandes estatalistas como Hitler, Stalin,
Mussolini o Mao, hayan perseguido a aquellos intelectuales y librepensadores que pudieran
defender ideas propias y pudieran cuestionar los proyectos del “padre Estado”.
Dentro de la mentalidad estatalista es fácil que surja una fuerte oposición hacia la educación en
familia. ¿Por qué? Porque las familias transmiten de modo personalizado y muy concreto valores y
criterios a los hijos, a veces en contra o al margen de los interesen del dictador de turno.
Parece, entonces, que el deseo de “robar” a los hijos e imponerles las ideas del dictador o del
partido dominante pueda concretizarse en sistemas escolares donde se manipule y adoctrine a los
niños y jóvenes para que superen los “prejuicios” familiares.
Existe otro modo, más sutil y más difícil de identificar, de imponer el estatalismo en sistemas que
tienen apariencias democráticas. Ese modo consiste en debilitar la estructura familiar hasta tal punto
que los hijos ya no encuentren en casa una referencia sólida y normalizada para desarrollarse, sino
que tengan que recurrir a la escuela para lograr su crecimiento humano y psicológico.
Una vez que la familia ha quedado dañada, sea porque los dos padres trabajan, sea porque el hijo
vive sólo con uno de ellos, sea porque incluso ya no vive con sus padres sino con otras figuras más
o menos claras, cada niño se encuentra en una situación de potencial desvalimiento.
Entonces, “papá Estado” puede aparecer como garante de la formación de los hijos, como estructura
segura para promover un crecimiento normal. El problema está en que “papá Estado” puede
imponer programas educativos con un claro sabor ideologizante, hasta el punto de manipular a
miles y miles de niños y adolescentes.
Una sociedad en la que la familia ha quedado dañada corre el riesgo de ser manipulada por grupos
de poder político, económico o de otro tipo. Por eso, el mejor antídoto contra adoctrinamientos
ideológicos y controles arbitrarios de líderes dañinos consiste precisamente en promover familias
sanas, dotadas de buenos principios y capaces de defender verdades básicas sobre la vida, la justicia
y el bien común.