¿Desde dónde surge la fe?
P. Fernando Pascual
13-10-2012
Al mirar a nuestro alrededor surge espontánea la pregunta: ¿por qué unos creen y otros no?
La respuesta quizá la conoce cada uno, aunque algunos no son capaces de explicar por qué creen o
por qué no creen.
Pero si miramos al propio corazón, ¿desde dónde surge mi fe?
Seguramente en muchos empezó en la familia: los padres (o uno de ellos) nos introdujo en un
misterio maravilloso, donde Dios era un ser cercano porque vino al mundo y dio su sangre por mí.
Otros llegaron a la fe después de un camino intelectual más o menos largo. Tras mucho reflexionar,
dialogar o leer, pudieron dar un día el gran paso: creo, Señor.
Otros no llegan a descubrir cómo llegaron a reconocer que Dios está vivo, que la Iglesia es
verdadera, que el cielo está preparado para quien acoge a Cristo, que el amor es la ley fundamental
para todo católico. Simplemente, un día se encontraron envueltos en una fe que empezaba a poner
cada cosa en su lugar. Desde entonces el mundo tuvo un origen y una meta clara, un sentido y un
fin: Jesucristo.
En mí, ¿desde dónde surge la fe? Quizá desde tantos caminos. Detrás de cada uno de ellos resonaba,
hoy como hace 2000 años, la voz de un humilde Maestro que procedía, según los hombres, de un
lugar casi desconocido de Palestina, pero que en realidad venía desde el seno mismo de la Trinidad.
La voz de Jesús el Nazareno resuena también hoy en millones de hombres y mujeres que cada día,
con palabras semejantes o con expresiones muy personales, repiten el acto de fe del centurión al pie
del Calvario: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” ( Mc 15,39).