¿Desde el miedo o desde el amor?
P. Fernando Pascual
13-10-2012
Hay personas impositivas e inflexibles. Han tomado una decisión y la imponen. Es imposible
discutir con ellas sobre el punto en cuestión: no aceptan otras alternativas. Luego, buscan con
maneras más o menos enérgicas que se actúe según su parecer. Incluso llegan a las palabras duras, o
generan miedo: las cosas son como ellos dicen y ¡hay de quien se salga del camino establecido!
Hay otras personas que también tienen ideas y toman decisiones, pero no buscan imponerlas a
cualquier precio. Saben escuchar y ver puntos de vista alternativos. Reconocen que existen
sensibilidades diferentes. Se abren a las necesidades del otro. Comprenden que haya quien no está
de acuerdo. Dialogan y acogen.
Son dos modos diferentes de actuar. El primero puede generar un respeto más o menos frío, incluso
miedo. El segundo atrae por la sencillez del que propone, por su apertura de corazón, por su deseo
de buscar más el bien del otro que la conquista efectiva de resultados.
No sería justo decir que el mundo está dividido entre impositivos y dialogantes, entre quienes
aplastan con su mirada dura y su voz enérgica, y los que dan afecto y buscan adhesiones libres. A
veces una misma persona se comporta de una manera y luego de otra. Otras ocasiones exigen ser
firmes, desde una justa medida: frente a quien miente y daña a otros no caben actitudes
condescendientes.
La voz amiga y la actitud serena de quien propone con respeto y dialoga con afecta arrastra con la
suavidad propia de la dulzura. Quien ha tenido a su lado algún “jefe” así sabe lo fácil que es
obedecerle, porque el corazón se siente invitado a colaborar y, sobre todo, porque descubre que es
profundamente amado y acompañado en las mil tareas que hay que llevar a cabo en el trabajo, en la
familia o entre un grupo de amigos.