Cuando la violencia genera cobardía
P. Fernando Pascual
13-10-2012
Si un grupo reacciona con violencia sobre inocentes ante cualquier sospecha de agresión a sus
principios e ideas; si la violencia de ese grupo genera en la sociedad miedo y reacciones de
cobardía; si las autoridades no persiguen con la fuerza de la ley a los agresores; si medios de
comunicación “responden” con un silencio cómplice y se someten a las amenazas de ese grupo
violento... entonces empezamos a vivir en un mundo desquiciado, donde triunfa el que usa la
violencia arbitraria y donde miles de hombres y mujeres saben que pueden ser agredidos en medio
de una impunidad que hiela el alma.
Siempre es necesario promover un clima de respeto hacia las personas. Pero tal respeto no da una
patente para que algunos, que se autodeclaran agredidos por supuestos insultos que dicen haber
recibido de otros, desencadenen una violencia inaudita que lleva a la sangre de inocentes acusados
por el “delito” de tener el mismo pasaporte de quienes son vistos como culpables de delitos no del
todo probados o que, de serlo, sólo deberían ser afrontados ante tribunales justos y con las
necesarias garantías para los imputados.
Frente a violencias arbitrarias sobre inocentes, causa estupor ver cómo algunos alzan banderas en
favor del respeto a ciertas ideas mientras miran a otro lado ante las víctimas de agresiones gratuitas
y desquiciadas.
Es necesario no dejarse llevar por el miedo. Quienes han tenido entre sus manos las amplias
denuncias de Solzhenitzyn de los continuos y hasta absurdos encarcelamientos y ejecuciones por
parte de los comunistas soviéticos saben hasta qué grado de violencia llegan los opresores cuando
ven la cobardía y la desorganización de los oprimidos.
Frente a quienes usan la violencia salvaje en nombre del respeto a sus ideas políticas, religiosas o de
otro tipo, hace falta la suficiente valentía para responder con el respeto de la ley y de la seguridad
irrenunciable que debe ser garantizada a cualquier ser humano. Sólo entonces será posible superar
miedos que envalentonan a los agresores y construir sociedades en las que la defensa de los
inocentes sea una realidad firme, concreta y eficaz.