La división diabólica
P. Fernando Pascual
6-10-2012
Hay divisiones que tienen una fuerte carga diabólica.
Porque es diabólica la división alimentada con envidias y rencores, con desprecios y egoísmos.
Porque es diabólica la división cuando impide la armonía entre los miembros de una familia, de una
ciudad, de una región, de un Estado, cuando genera el odio de unos contra otros.
Porque es diabólica la división que enfrenta a soldados en guerras injustas y con armas cada vez
más destructoras.
La primera división humana surgió precisamente desde el engaño del demonio, el padre de la
mentira. Nuestros primeros padres desconfiaron de Dios, buscaron vivir con una independencia
egoísta, se apartaron de los mandatos buenos y terminaron en acusaciones y desconfianzas entre
ellos mismos. Empezaron así a vivir diabólicamente.
Luego, la historia quedó marcada por divisiones atroces, terribles, simbolizadas en Babel y
repetidas en miles y miles de tensiones entre hombres, ciudades y naciones.
La división diabólica sigue viva en el mundo moderno. A pesar de tantos instrumentos de
comunicación, a pesar de leyes y constituciones, a pesar de acuerdos y pactos nacionales o
internacionales, el egoísmo sembrado en muchos corazones por Satanás lleva a nuevas luchas, a
desprecios, a insultos, a odios, a persecuciones, a guerras fratricidas.
Sólo cuando renunciemos plenamente al diablo y a sus engaños, sólo cuando busquemos
sinceramente al Cordero que murió para derribar muros que separan (cf.
Ef
2,14), encontraremos
caminos de paz, de concordia, de armonía, de unidad.
Se repetirá entonces el gran milagro de Pentecostés: hombres y mujeres de lenguajes y culturas
distintas llegan a ser capaces de comprenderse, porque se dejan llevar por el Espíritu Santo. Desde
entonces, confiesan, con un corazón renovado, la belleza de la armonía que surge desde un amor
que une: el amor de Jesucristo.