Un eterno problema del independentismo
P. Fernando Pascual
6-10-2012
Defienden, por un lado, el derecho a la independencia de un territorio. Por otro, niegan el derecho
de partes de ese territorio a decidir su futuro si no concuerda con el proyecto geográfico de los
independentistas. Esa es, en breves palabras, una de las grandes contradicciones del
independentismo.
El proceso parece sencillo. Grupos con mayor o menor peso social piden una y otra vez la
independencia de un territorio. Arguyen motivos históricos y numéricos. Insisten en que “la gente”
desea mayoritariamente la independencia. Acusan al “Estado grande” de ser opresor o al menos
incapaz de garantizar los deseos de libertad de un “pueblo”.
Por eso, levantan la bandera de la democracia: piden que se vote sobre el tema, solicitan un
referéndum para que los ciudadanos puedan optar por la independencia o por seguir en la situación
actual.
Olvidan, sin embargo, que no todos piensan igual. O no lo olvidan, pero ponen en marcha
maniobras más o menos hábiles para que no puedan ser acogidos las peticiones de quienes rechacen
la independencia.
Por lo mismo, si una parte más o menos importante del territorio dice “no” a la independencia en
una eventual votación sobre el tema, los defensores del “derecho a decidir” negarán a los otros ese
mismo derecho: las minorías territoriales tienen que someterse a la “mayoría” si ésta declara su sí a
la independencia de todo (sin excepciones) el territorio.
¿No se dan cuenta de que defienden el derecho a que la gente decida a nivel de una idea territorial
donde esperan ganar, y la rechazan cuando el territorio es más pequeño y una minoría pide seguir
unida al Estado en el que ahora se encuentran?
El independentismo levanta la bandera de la democracia cuando se enfrenta a los otros ciudadanos
de un Estado (a los que se niega cualquier participación sobre lo que decida el territorio en
cuestión), pero anula el principio democrático cuando grupos importantes del propio territorio
quieren vivir de otra manera.
No es justo un independentismo que imponga supuestas unidades territoriales a minorías que no
desean vivir bajo el yugo de nuevos opresores. Sólo desde un diálogo con todos los miembros de la
sociedad y en el respeto a las justas aspiraciones de todos los implicados se puede afrontar un tema
tan serio como el de la independencia. También cuando ello significa que el nuevo Estado nazca
con unas dimensiones más reducidas de las deseadas por la mayoría, pero al menos con un profundo
respeto hacia las opciones legítimas de todos y cada uno de los hombres y mujeres que viven en un
determinado territorio.