Una fábula japonesa
Cultivar la honestidad
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Hoy en día a veces se valora más la “astucia” que la
honestidad. Importa muchas veces salirse con la suya sin importar
cómo se haga, aunque se usen medios ilícitos. Y así, se encubren
los hechos con la mentira y la deshonestidad, provocando una
corrupción casi generalizada. Una fábula nos permitirá valorar la
honestidad.
2) Para pensar
Se cuenta que hace muchos siglos, en el antiguo Japón, vivía
el príncipe Kenso (que significa “El Prudente”). Estaba por ser
coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, debía estar
casado.
Entonces el príncipe decidió hacer una competencia entre las
muchachas de la corte para ver quién sería una digna emperatriz y
las convocó al día siguiente para decirles la prueba.
Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, sintió
tristeza porque sabía que su joven nieta, Mitsuko (que significa
“Niña de luz”), desde niña tenía un sentimiento profundo de amor
por el príncipe Kenso. Se asombró al saber que ella iría a la prueba
y le preguntó: "Pero Mitsuko, ¿qué vas a hacer allá? Las muchachas
más bellas y ricas estarán allí, no cometas una locura".
Mitsuko respondió: "No, querida abuelita, no estoy loca. Sé
que soy pobre y que jamás seré escogida, pero es mi única
oportunidad de estar un momento cerca del príncipe y eso me hará
feliz".
Cuando Mitsuko llegó al palacio, allí estaban todas las
muchachas con sus mejores ropas y valiosas joyas.
El príncipe anunció el desafío: "Según nuestras tradiciones, se
valora mucho la paciencia para cultivar. Por eso daré a cada una de
ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro
de seis meses será escogida para ser mi esposa y futura emperatriz
del Japón".
Pasaron tres meses y nada brotaba, aunque la dulce Mitsuko
cuidaba con mucha paciencia y ternura su semilla. Sabía que si la
belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse.
Aunque intentó todos los métodos, nada brotaba. Día tras día
veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Pasaron
los seis meses y nada, ni una flor asomó. Aún así, Mitsuko le
comunicó a su abuela que regresaría al palacio sólo para estar cerca
del príncipe unos momentos.
En la hora señalada llegó con su vaso vacío. Veía admirada a
las otras pretendientes con su flor, cada una más bella que la otra,
de las más variadas formas y colores.
Llegó el príncipe y fue observando cada flor con mucha
atención. Al final anunció que tenía a la ganadora: Su futura esposa
sería aquella bella joven con su vaso vacío.
Todos se sorprendieron. Nadie entendía por qué la había
escogido. Pero el príncipe Kenso explicó: "Esta joven, Mitsuko, a
quien conozco desde niña, fue la única que cultivó la flor que la
hace digna de ser emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las
semillas que entregué eran estériles".
3) Para vivir
En tiempos donde lo importante parece ser los resultados, los
logros, es importante no caer en el engaño de ofrecer flores falsas
de apariencia, de mentira y corrupción. Vergüenza debería darnos
contribuir a dañar la sociedad y a las personas. Al contrario,
amemos la flor de la honestidad, pues si sabemos vivirla, más allá
del interés egoísta, habremos hecho de la tierra un mejor lugar para
vivir.
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