ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL IMPERIO DE LA LEY Y LA CONCIENCIA SOCIAL
Perder la conciencia social es como perder la conciencia de la vida, de nuestra
propia existencia, la medida de nuestro orden innato. Nos hemos globalizado pero de
nada sirve, cada cual busca su proceso independentista, sin pensar en la búsqueda de
caminos que conduzcan a la unión, como la defensa de los intereses comunes y el
empeño ante los comunes deberes. Pedimos gobiernos y entidades crediticias con
conciencia social y olvidamos que, esta misma conciencia, nos acusa también. Tampoco
sirven de nada los propósitos que no pasan de ser buenas intenciones. Precisamente, en
la lucha contra esta inconsciencia social o conciencia antisocial, tanto da, la sociedad
debería utilizar el imperio de la ley y el ejemplo de lo que genera ese instinto natural
que nos lleva a juzgarnos a la luz de las leyes morales.
Por cierto, nos llena de entusiasmo que este imperio de la ley sea tema de un
evento de alto nivel a celebrar por la ONU en este mes de septiembre. Cualquier tiempo
es bueno para observar nuestras normas. Desde luego, hace falta fortalecer los derechos
humanos, al menos para asegurarnos que la paz es posible en este mundo global. Los
países, sin duda, deben adquirir un mayor compromiso de asumir prioridades para que
la convivencia sea más fácil. En este caso, el respeto a las diferencias es fundamental.
Debemos poner freno a las descalificaciones, a las tendencias agresivas que nos
acorralan. Ahora bien, una cuestión no es justa porque la ley así lo diga; ha de ser ley -
como dijo Montesquieu- porque es justa. Considerando que la ley suprema es el bien de
la ciudadanía, o sea, la conciencia social ciudadana, que tantas veces obviamos por
intereses egoístas, también es de justicia hacernos justicia a nosotros mismos.
A mi juicio, en consecuencia, el imperio de la ley tiene que seguir ganando
protagonismo, tanto en el escenario internacional como en el de los países, para seguir
avanzando en la prevención y en el control de los abusos, en la promoción de la
transparencia de las instituciones. Ya se sabe que, la salud del pueblo que vota, radica
en la primacía de la ley. Por desdicha, en todo el mundo, vemos que una y otra vez son
despreciadas leyes fundamentales o son mal interpretadas, lo que genera un daño
enorme en la conciencia social, que se acostumbra a convivir con la corrupción, con
hechos violentos, con la exclusión. Está visto, pues, que el imperio de la ley como
concepto no basta, las leyes deben ponerse en práctica, y para todos por igual, deben
impregnar nuestra vida, y tomar conciencia de que cohabitan con nosotros, para
hacernos la vida más justa.
Hace falta generar conciencia social y espíritu de solidaridad, e integrarlo en los
distintos sectores sociales. Hay mucho trabajo que hacer. Tenemos un orden injusto, a
pesar de tantas leyes, que impide a los pueblos consolidar sus economías y desarrollarse
de acuerdo con sus identidades culturales. Ante la pobreza crónica de algunos y la
opulencia de otros, esto hiere a la conciencia humana, y resulta complicado asimilar
tanta injusticia vertida. Por eso, es tan importante la cohesión social, que no puede darse
sin activar una conciencia socialmente solidaria, que debe buscar la manera de evitar
que se produzcan desigualdades y brechas sociales insalvables.
Evidentemente, la cohesión social es un tema de conciencia social, o sea de
orden social, de reconocimiento de la diversidad, a través de un universo solidario de
normas. La primera ley es una luz que brilla por sí misma, porque imprime conciencia
de felicidad, se trata de vivir por y para los demás como una ley de deber. Es la reina de
todas las normas. Después se puede, y se debe pensar, en aquellos que nada tienen por
haber caído en la bancarrota, o por causa del propio destino en el que viven. Sin duda,
en este caso, se pone de manifiesto la necesidad de instituciones socialmente
responsables, capaces de ofrecer servicios para una vida más digna. En este contexto, la
OIT ha destacado el papel que desempeña el banco Rokin en Japón; un banco con buena
reputación. Se trata de cooperativas financieras dirigidas por los sindicatos cuyo
objetivo declarado es promover el bienestar de los trabajadores y a la vez permanecer
fieles a los principios de sinceridad, justicia y apertura.
Ciertamente no está la justicia en las palabras de la ley, por muy poderosas que
estas sean, sino en la búsqueda de un lenguaje ético común capaz de tomar conciencia
en las personas. Coincidirán conmigo que la Declaración universal de los derechos es
una de las más hermosas normativas de nuestra historia actual. Sin embargo, hay países
que siguen rechazando la universalidad de estas leyes, lo que ha de movernos a seguir
indagando en nuevas formulaciones. Hemos de reconocer, por otra parte, que a veces la
legislación se convierte en una cuestión de intereses, transformando en derechos, lo que
son deseos privados, en detrimento del bien social.
Por consiguiente, por el hecho de que todos los ciudadanos estamos llamados a
vivir en una sociedad globalizada, se ha de procurar proteger unos valores mínimos de
convivencia que debemos defender. En todo caso, cualquiera que únicamente mire el
pasado o al presente, se perderá el futuro que lo hacemos entre todos, o no lo hacemos.
Si la ciudadanía es lo más importante, la sociedad ha de tener como fin democratizar esa
ciudadanía y desarrollar el bien común a través del desarrollo de una inherente
conciencia social. Por desgracia, la sociedad se deshumaniza si no responde a las
expectativas inscritas en la conciencia de la persona en cuanto ser social.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
23 de septiembre de 2012.-