¿Qué se entiende por ventaja evolutiva?
P. Fernando Pascual
15-9-2012
Hay mutaciones genéticas. Algunas de ellas dan la oportunidad, a un individuo, de tener cualidades
“favorables”. Otras implican características “desfavorables”.
Entender lo anterior respecto de lo biológico es relativamente fácil. ¿Se puede aplicar a actividades
como el pensamiento humano, la libertad, la tendencia a vivir en sociedad, la cultura, y otras
dimensiones típicas de la especie humana?
Para quienes tienden a reducir todo lo humano a lo físico, o a lo neuronal, la respuesta sería
positiva. Ciertos modos de actuar y de vivir de los seres humanos son, desde el punto de vista
evolutivo, ventajosos. Otros modos de actuar y de vivir, en cambio, serían “desfavorables”. Unos
modos u otros tendrían su origen únicamente en mutaciones genéticas casuales, según algunos
autores.
Plantear así las cosas conlleva no pocas dudas y paradojas. La primera nace al constatar las diversas
dimensiones que se dan en un mismo individuo. ¿Es favorable para un niño nacer sin brazos pero
con una gran habilidad para las matemáticas? ¿No se ha convertido, para muchos, en un motivo
“suficiente” para abortar el descubrir que un embrión o feto no tiene manos, sin pensar
mínimamente en las aptitudes que pueda tener ese hijo en otros ámbitos de su condición humana?
Algunos colocan lo “favorable” al nivel de la especie o del grupo: progresan y triunfan aquellos
grupos que, gracias a un gen favorable, promueven la solidaridad y el apoyo mutuo, incluso con
ayudas concretas a algunos individuos más débiles en lo físico pero con otras cualidades que serían
útiles para el conjunto. Al revés, fracasan aquellos grupos en los que, por algún tipo de
configuración genética, predomina el egoísmo y se promueve una lucha de todos contra todos que
acaba por debilitar al conjunto.
Pero si se acepta lo anterior, ¿habría que pensar que los aztecas tenían algo “superior” o mejor
respecto de las tribus que sometieron antes de la llegada de los españoles? ¿Y que Hernán Cortés y
los suyos estaban dotados de algunas cualidades genéticas que les permitieron imponerse sobre
pueblos mucho más numerosos que los soldados que acompañaron a aquel inquieto español?
Los defensores del racismo pueden justificar la superioridad de alguna raza sobre otras
precisamente por características genéticas propias. Si un grupo racista “triunfa”, ¿significa que su
dotación genética sería superior a la de pueblos dominados, y que el racismo defendido por tal
grupo tendría su fundamento en una ventaja evolutiva?
Plantear este tipo de preguntas o parecidas sirve para ilustrar los complejos panoramas que surgen si
se admite que el triunfo de un individuo o un grupo sobre otros se explica simplemente por
mutaciones casuales de genes y por ese misterioso mecanismo que es conocido por “selección
natural”. En realidad, en el ámbito humano existen dimensiones mucho más relevantes, como las
que se refieren a la inteligencia y a la voluntad libre de los individuos, que explican cómo un grupo
de personas físicamente débiles puede llegar a dominar a otras mucho más fuertes.
Hablar, por lo tanto, de ventajas evolutivas, sobre todo respecto de los seres humanos, no permite
llegar a comprender fenómenos tan ricos y variados como la cultura, el comercio, la religión o la
ética. Hay que abrirse a otras dimensiones en el corazón de los hombres y mujeres del planeta para
comprender sus comportamientos y para dilucidar por qué algunos triunfan y otros fracasan; sin
olvidar que es oportuno ver las ideas de triunfo y de fracaso en un sentido más completo: si existe
otra vida, por ejemplo, ¿no será un triunfador quien aquí recibió una condena injusta pero allá fue
recibido por su integridad ética?