Sufrimientos anticipados
P. Fernando Pascual
1-9-2012
El pronóstico no dejaba lugar a dudas: hoy, mañana y pasado soplaría un viento que daría un toque
agradable, casi primaveral, al verano. Después de tres días agradables, llegaría un calor asfixiante
que dominaría el panorama por cinco días.
Sí: otra vez vendrá el calor. Una extraña pena envuelve el alma. ¿Seremos capaces de soportarlo?
¿Cómo sobreviviremos cuando lleguen noches en las que reinan un aire cálido y una humedad
insoportable?
Mientras, un viento agradable alivia el momento presente. La mirada a lo que va a ocurrir, al calor
que llegará en unos días, aparta la atención a ese hoy fresco que Dios nos concede.
Así somos los humanos: el miedo a un dolor que, según parece, llegará, nos impide aprovechar un
presente lleno de bellezas maravillosas.
También ocurre, es importante completar el cuadro, que cuando el calor nos asfixia a lo largo del
día, pensar que en unos días llegará el fresco produce un alivio importante para el alma.
Si reflexionamos un momento sobre este tipo de expectativas, podremos reconocer, como ya
hicieron los antiguos filósofos griegos, que no tiene sentido vivir amargado ante sufrimientos
anticipados cuando el presente nos da ribetes de alegría sana y un descanso para el alma. Como
tampoco la esperanza de una tregua futura detiene la fuerza aplastante de un calor que nos rodea por
todos lados.
Una visión equilibrada de la vida nos permite acometer con serenidad de alma lo que pueda ocurrir
en un futuro incierto, y a afrontar el presente con un realismo sano. Desde esa visión, podremos
evitar sufrimientos anticipados por hechos futuros que quizá nunca lleguen a nuestra vida, y
seremos capaces de vivir el instante presente de un modo más sereno.
De esta manera, aprovecharemos de la mejor manera posible eso que ahora está en nuestras manos,
y dejaremos el futuro en las manos de un Dios que sabe lo que es mejor para cada uno de sus hijos.