Un rato de libertad
P. Fernando Pascual
1-9-2012
Las prisas cubren nuestras vidas. Tenemos mil cosas que hacer en cada instante. Sentimos por
momentos agobios que asfixian. Buscamos entonces pequeños oasis de libertad para serenar el
alma.
En otras ocasiones vivimos más serenos, tocamos instantes de paz. Nadie nos pide acciones
urgentes. Nadie nos interpela sobre lo que hagamos o dejemos de hacer. Tenemos ante nosotros
tiempo disponible para ocuparlo solo en aquello que deseamos desde lo más íntimo del alma.
Si encuentro un rato de libertad, ¿qué viene a mi mente y a mi corazón? ¿Qué escojo si la decisión
de lo que voy a hacer depende por completo de mí?
Habrá quien tome un libro y empiece a leer una novela tantas veces programada y dejada una y otra
vez para más tarde. Otro buscará en Internet una música que le hará volver a su infancia. Otro abrirá
el armario de los recuerdos y releerá cartas y cartas de familiares y amigos. En la era electrónica,
más de uno buceará en la famosa carpeta de “asuntos pendientes” que lleva demasiado tiempo sin
ser “desempolvada”.
Un cristiano, un seguidor de Jesucristo, ¿qué desearía hacer si contase con un rato de libertad? Sería
hermoso que pensase en su Amigo, que dedicase algo de tiempo a la oración, que abriese una Biblia
y pudiera releer palabras que Dios ofrece a los hombres. De este modo, recordaría “lo único
necesario”, lo que vale la pena más allá de las prisas de nuestro mundo desquiciado.
También sería “lógico” que un cristiano, en un rato de libertad, mirase a su alrededor y dedicase lo
mejor de esos instantes “libres” para ayudar al hambriento, al sediento, a quien busca un poco de
consuelo y de esperanza.
Yo, ¿qué haría si se me concediese ahora un poco de tiempo libre? ¿Qué ideas ocuparían mi mente
inquieta? ¿Qué deseos surgirían en mi corazón? ¿Qué planes y proyectos nacerían desde mi
voluntad?
Si tuviese un rato de libertad... Tal vez sea difícil encontrar momentos así, disponibles para llevar a
cabo lo que más anhela mi alma. Pero si llegase un momento así, desvelaría dimensiones profundas
de mi vida que no aparecen por culpa de las prisas que me agobian.
Sería triste si un rato de libertad me hiciera descubrir que vivo de modo egoísta, sin dejar espacio ni
a Dios ni a mis hermanos. Sería hermoso si un momento así desvelase que en mi existencia Cristo
no es sólo un nombre del pasado, sino un Amigo que me indica el Camino y que me invita a
avanzar hacia la fe y hacia el amor sincero a los hermanos.