Pinocho y la conciencia
P. Fernando Pascual
25-8-2012
Seguramente Carlo Collodi escribió su famoso cuento “Las aventuras de Pinocho” (en italiano, “Le
avventure di Pinocchio”) con la mirada puesta en los niños. Su historia, sin embargo, no deja de
hablar a los adultos.
Una marioneta de madera, un “padre”, buenos deseos y muchos incumplimientos. Lo último,
prometer e incumplir, es algo que nos pasa a muchos, aunque no seamos de madera...
¿Por qué hacemos buenas promesas? Porque queremos realizar acciones justas, y porque amamos a
quienes esperan una vida mejor para nosotros. ¿Por qué incumplimos tantas promesas? Porque
somos frágiles y suponemos que lo que acaba de aparecer en el horizonte será mejor que lo que
habíamos propuesto.
Pinocho representa en su historia esas dudas y fragilidades que nos hacen romper con la palabra
dada y descender poco a poco hacia el mundo del desorden, de lo más cómodo, de la mentira, del
pecado.
Frente a las tentaciones, podemos escuchar una voz discreta, como la del Grillo que actúa como
conciencia en el cuento de Collodi. Esa voz, por desgracia, encuentra muchas veces en nuestros
corazones resistencias feroces que vienen de dentro o de fuera.
El deber dice: toca estudiar. La rebelión del hombre frágil responde: puedo hacerlo después,
mientras que jugar, o pasear, o reírme con mis amigos, sólo lo puedo hacer ahora.
Las consecuencias de quien se deja arrastrar por el capricho inmediato son dramáticas. Para
Pinocho, las desventuras se suceden sin tregua, y no son suficientes para que la inexperta marioneta
reaccione y aprenda.
Para millones de seres humanos, que no viven junto a un Hada buena ni tienen a su lado un padre
como Geppetto, enfermedades, miseria, desesperación, se convierten en heridas profundas que
llevan a llorar y a lamentarse por haber secundado caprichos que parecían nimiedades y que
condujeron luego a la catástrofe. Las lágrimas son más intensas cuando uno, con clarividencia,
reconoce que bastaba con seguir la conciencia para que la vida hubiera sido mucho más hermosa y
sana.
El relato de “Las aventuras de Pinocho” enseña lo importante que es resistir las tentaciones apenas
inician. No podemos dialogar con el mal, especialmente cuando tenemos claro qué obligaciones
hemos asumido y cuáles son las esperanzas que tantas personas buenas han puesto sobre nosotros.
Al contrario, hemos de escoger ese bien concreto que me pide mi conciencia, desde el susurro
continuo de Dios en mi alma y desde los consejos acertados de tantas personas buenas que me
acompañan en el camino de la vida.