Hombre Nuevo
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José Manuel, L.C.
¿Tú también hijo mío?
¿De qué no es capaz un padre o una madre en relación con sus hijos? Cada vez que
escucho historias de padres que lo han dado todo, o más bien, que lo han perdido todo
por los hijos me acuerdo de Julio César, el conquistador de la Galia, el genial estratega,
el vencedor del temible Vercingétorix, jefe de las milicias galas, el valiente guerrero, el
inspirador de la epopeya militar. Aquel que alargó las fronteras del imperio romano a
regiones inalcanzables como la Britania o la Germania. Conquistó pueblos y también
corazones como el de la reina de Egipto, Cleopatra VII, mujer seductora y encantadora.
Habiendo librado batallas encarnizadas en primera fila de combate, ¿cómo fue posible
que este gigante de la pelea se haya dejado asesinar por una conspiración de senadores?
La respuesta está en las últimas palabras que pronunció antes de morir: “ Tu quoque fili
mi?” (¿Tú también, hijo mío?) Estoy seguro que les habría cortado la cabeza de un tajo
a esos perros, pero al ver a su hijo entre sus enemigos, la decepción lo dejó indefenso.
La maternidad es una pasión tan fuerte que a la mujer más juiciosa, un hijo le hace
perder el norte. Por desgracia la historia se repite y seguirán siendo los reveses de los
hijos los que acaben con el corazón más templado de los padres.
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