ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL MUNDO VIVE EN UNA MANIPULACIÓN PERVERSA
Vivimos un momento tremendo, donde siempre hay alguien que te dice lo que
debes hacer, que quiere dirigirte de forma interesada, propagando la falsedad muy
sutilmente, hasta convertirla en algo cotidiano. Sin duda, una de las grandes crisis
actuales es la de vivir bajo una manipulación perversa, descarada a más no poder, que se
mete en todo y en todos, y que no te deja tiempo para entender el sentido de las cosas.
Se tergiversa con una facilidad pasmosa la realidad y los nombres, los acontecimientos
y hasta nuestra misma historia. Nos hacen ver lo que no existe y lo que existe no lo
vemos. Los dirigentes del mundo son expertos en la creación de la mentira, en silenciar
lo cierto, en taparse unos a otros, en esconderse en la mediocridad. Hay ciudadanos
cuya conducta es una ficción permanente. En el fondo, la crisis del euro, lo que refleja
es la frustración de una política carente de autenticidad europeísta. Y, desde luego,
mientras los gobiernos no sean claros con lo que están haciendo, los fundamentos
democráticos, no será más que un sueño de lo que pudo haber sido y no fue.
Los pueblos siempre tienen la palabra y la verdad sólo tiene un camino. Es hora
de cambiar actitudes. Hay que reconocer que somos una generación de manipuladores
como jamás se ha visto en el planeta, fruto de una cultura encandilada al poder, en lugar
de una cultura libre y rigurosa, en función del interés humano que es lo que debería
divulgarse. Con gran facilidad se distorsionan los hechos, se hacen creer cosas que no
son, modelando un ambiente cada día más manejable, puesto que no se permite a la
gente pensar, ni mucho menos decir lo que piensa. Todo se supedita a lo políticamente
correcto. Se olvida que no puede haber desarrollo sin personas que se pongan de verdad
como servidores sociales. Para ello, precisamos tanto de la preparación profesional de la
persona como de su coherencia ética. Aquellos dirigentes a los que no les importa
distanciarse de la verdad, que no tienen voluntad de ser auténticos, los pueblos tienen
que rechazarlos porque el daño será grande.
Soy consciente de la pérdida de sentido humano y de tantas desviaciones que nos
vuelven salvajes, en parte por esta manipulación perversa de una vida mal entendida. De
aquí, la necesidad de unir no sólo la humanidad con la verdad, sino también en el
sentido inverso y complementario de verdad y humanidad. Se ha de buscar la certeza en
cualquier contexto, más allá de las simples opiniones y de las sensaciones subjetivas
que nos injertemos, para llegar más allá de la corrección política. Sin confianza y amor
por lo verdadero, no es posible suscitar espíritus solidarios, todo queda a merced de
intereses contrarios a esta progresiva y expansiva globalización. Conviene recordar, por
consiguiente, que no puede haber convivencia pacífica en un universo plural si se
desautoriza el impulso constructor de la tolerancia y, sin embargo, se autoriza el
impulso destructor de la manipulación.
Todos somos ciudadanos del mundo con derecho a la verdad como exigencia
natural y desarrollo del instinto propio de la inteligencia. Por desgracia, de un tiempo a
esta parte, todo se ha impregnado de farsas, con justificaciones que desprecian el
sentido humano de las cosas. No podemos seguir instalados en la duda, en la sospecha,
se debe avivar la autocrítica, el esfuerzo por la búsqueda y la decisión de proponer la
verdad como lenguaje de conocimiento universal. Hoy el mentiroso es el gran triunfador
de ideas, contrariamente a lo que sucedía en el pasado, que si una persona del poder se
le descubría en una afirmación falsa o en un mal ejemplo de conducta, se le apartaba de
cargos públicos porque ya no se le creía más y tampoco se le veía como referente. Para
dolor del mundo, son multitud los dirigentes que a diario actúan de manera
irresponsable, que suplantan la verdad y que promueven falsos valores humanos con el
pretexto de servir, y lo que hacen es servirse para sí y los suyos de todo lo necesario y
también de lo superfluo, incluso más allá de su propia vida.
Compartimos, pues, la alegría de tantos luchadores que anhelan una sociedad
respetuosa, auténticamente solidaria, que huyen de la apariencia, que no saben hablar de
otro modo nada más que con la verdad, que se afanan por la exploración de la realidad y
sus circunstancias. Por eso, nunca podremos estar de acuerdo con las maneras inicuas
que destruyen o degradan vidas humanas. De ahí, que aplaudamos, en un momento de
tantas manipulaciones perversas y sometimientos injustos, la indispensable función de
la verdad en la defensa de los derechos humanos. Sería la mejor noticia, progresar con
la evidencia del desarme, con la comprobación de los países democráticos, con la
demostración de donación a los demás a cambio de nada, sin la doble moral que muchas
veces invade nuestros espacios. Al fin y al cabo, la verdad es un sinónimo del amor y,
como el amor, tampoco puede eclipsare. Pasión que, cuando lo es, te cambia la vida;
pero cuando no lo es, o se va con malas intenciones, también es una puñalada en la
salud del colectivo humano.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
12 de agosto de 2012