Algo más valioso que la ayuda
P. Fernando Pascual
El viento inesperado y húmedo había provocado un extraño frío en la montaña. Los más previsores tenían a
mano un jersey o un anorak para este tipo de situaciones. Los desprevenidos estaban a merced de los
elementos.
Un montañero decidió bajar al poblado, que estaba cerca, para recoger algo de ropa. Preguntó al más
veterano del grupo si necesitaba algo. Luego partió. Poco después de una hora, ofrecía a su compañero un
jersey para abrigarse.
Por esos misterios de la naturaleza, en esos momentos el viento había cesado casi por completo. Brillaba
una luna redonda y simpática. El frío había cedido el terreno a la bonanza. Ya no hacía falta usar el jersey.
Agradecemos mucho encontrar a alguien que nos ofrece ayuda en momentos de dificultad. Si ocurre, como
en la escena presentada, que esa ayuda llega cuando ya no hace falta, queda en el corazón la alegría de
haber encontrado una mano amiga que pensó en uno y que hizo un esfuerzo concreto para remediar una
necesidad imprevista.
En la vida hay algo mucho más valioso que la ayuda: la amistad y la cercanía de un corazón bueno. Porque
son los corazones generosos y atentos los que saben acudir con presteza para aliviar, consolar, estar al lado
y ofrecer apoyo cuando lo necesitamos.
Si hemos encontrado un amigo así, tenemos un tesoro. Si, además, abrimos nuestros ojos y buscamos
quién, a nuestro lado, espera y necesita una ayuda, estaremos dispuestos a dar algo (en ocasiones mucho)
de nuestro tiempo, seremos capaces de tender la mano para auxiliar en aquello que esté a nuestro alcance.
Quizá incluso llegaremos a ese gesto máximo de servicio: darnos a nosotros mismos. Así nos lo enseña el
mismo Jesucristo, que nos amó hasta dar su Cuerpo y su Sangre. Así lo han sabido vivir los santos. Así lo
necesitan miles de hombres y de mujeres que esperan encontrar, entre las dificultades del camino,
corazones buenos dispuestos a ofrecer gestos concretos de amor y de servicio.