S ÚPLICA
Tú puedes, Señor, entrar en mi cenáculo.
Tú puedes derramar tu paz en mi conciencia,
llenar mis ojos del alba luminosa,
calmar mis ansias en la noche oscura.
Tú puedes reclamar mi corazón,
hacerte centro y meta de mi búsqueda,
concentrar enteramente mis afectos,
saciar mi sed de gozo en las entrañas.
Tú puedes hacer fecundos mi nostalgia,
mi vigilia estéril y mi exilio vago.
Eres mi Señor, ejerce tu dominio,
Hazte presentir cercano junto a mis pasos.
-
Y escucho dentro
¿Por qué mendigas lo que tienes?
¿Por qué pides de aquello que te sobra?
¿No te sientes querido suficiente?
¿No te he demostrado el amor setenta veces?
¿Por qué no acallas tu discurso ensimismado?
¿Por qué no vuelves al recinto amigo?
¿No sabes que es allí donde la fiesta
se ha hecho vino y pan en el banquete?
Deja de lucubrar sobre tu vida,
y guarda, cual tesoro de tu alma
la certeza inamovible de mi abrazo,
mi presencia permanente en tus entrañas.
Padre Angel Moreno de Buenafuente